martes, 26 de febrero de 2013

The Young Ones, Cliff Richard and The Shadows, 1962


¿Qué guateque sesentero no iba equipado con esto en la lista de discos para el pick up? Por si el vuestro es el probable caso de que no estábais allí para saberlo -ni allí, ni en ninguna parte del mundo todavía- preguntadlo. Tanto en la versión original de hoy como en la no menos extendida del Dúo Dinámico en la Hispania de entonces, The Young Ones era poco menos que inevitable hasta bien entrada la mitad de los años 60.

A decir verdad, menos en Estados Unidos, aún casi impermeables en 1962 a la influencia británica -lo que iba a cambiar muy, pero que muy pronto- el tema de hoy fue un exitazo en todas partes. Aunque para entonces, tanto Cliff Richard como los Shadows (bien cada uno por su lado, bien con la banda dando apoyo al cantante) ya eran auténticas celebridades en las islas, con varios números uno a sus espaldas desde finales de los años cincuenta. 

Tal era su popularidad que, en 1961, protagonizaron un film, titulado precisamente The Young Ones. Como de costumbre, lo de menos en aquellas pelis era la historia, por no decir las interpretaciones de los protagonistas. Lo suyo era meter canciones por todas partes para deleite del público juvenil, al que iban dirigidas estas joyas del séptimo arte. 

Una de ellas sirvió para promocionar especialmente tanto a la peli como a la banda sonora y, cómo no, fue The Young Ones. Así de previsible... aunque así de efectivo. Musicalmente, era una canción pop muy bien hecha que terminó donde se esperaba, destrozando las listas y provocando un aluvión de versiones, entre ellas la citada del Dúo Dinámico. 

Naturalmente, para acabar, no quisiera marchar sin dejar sobre acta la que para un servidor es la más memorable de todas las adaptaciones que jamás se hicieron del tema. Por supuesto, es la que abría cada capítulo de aquellos cuatro inclasificables compañeros de piso de principios de los ochenta, maestros del humor bestia y gamberro. Porque no esperaríais que me fuera sin decir nada, ¿no?




Hasta la próxima.

jueves, 21 de febrero de 2013

I Spy, Pulp, 1995


Probablemente, a estas alturas creo que nos falta tan sólo una trama de prostitución o de tráfico de drogas para acabar de enviar todo el sistema político nacional a la porra. Porque si la mediocre incompetencia de unos y la venialidad corrupta de otros no estuvieran poniendo suficientemente en entredicho el mismo sistema democrático -y el buen nombre de la masa de concienciados ciudadanos implicados sanamente en la política- va y pare la abuela en forma de 007. O mejor dicho, de Anacleto, agente secreto

Hombre, a estas alturas, nadie va a extrañarse de que unos tipos capaces de apuñalarse entre sí por ocupar puestos y disponer de prebendas se espiaran entre ellos. Lo que sorprende es hasta qué punto lo hacían. Y, sobre todo, que dentro de la mejor tradición hispano-mortadeliana-filemónica, todos iban a parar al mismo sitio a pedir asistencia. Nunca me cansaré de repetir el inmenso nivelazo de mediocridad existente entre quienes nos han dirigido y nos dirigen de un tiempo a esta parte.

Uno, que se mira todo el cotarro desde un poco más cerca que la mayoría de la población -cada uno tiene los defectos que tiene- no puede por menos que reir por no echarse a llorar y enviarlo todo a hacer puñetas. Pero supongo que, en el fondo, todo esto forma parte de las (pocas) ventajas de una crisis tan profunda: la limpieza de la basura. En realidad, no es que estemos ahora en un país extremadamente corrupto, al menos más que diez años atrás. Es que lo hemos estado durante la multiplicación de los panes hipotecarios y de los peces financieros, y ya se sabe que cuando el dinero deja de correr, los ladrones abandonan la oficina para rajarse entre ellos. En cierto modo, toda esta porquería aflorando nos está mostrando un país que, quién sabe, a lo mejor inicia un camino mejor.

Para cerrar con lo estrictamente musical, que en el fondo es el pretexto de este blog, es evidentísima la elección de la canción atendiendo al tema del post. I Spy era uno más de los memorables cortes del nunca suficientemente alabado álbum Different Class de Pulp, por más que nunca llegó a ser single. Eso sí, que no os engañen las líneas anteriores. El glamour y la elegancia de esta pieza pop está a años luz de tanto garrulo con corbata. Seguro que os gustará mucho más. Dónde vamos a parar.




Hasta la próxima.

jueves, 14 de febrero de 2013

Fame, Irene Cara, 1980


"Queréis la fama, pero la fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar. Con sudor." Estas palabras abrían el que para quien escribe, a sus nueve o diez años, suponía uno de los momentos más aburridos de la semana. Así como suena. Y es que entre que era domingo por la tarde -tiempo de descuento para la vuelta al cole del día siguiente- y que a menos que uno sea Billy Elliot a esa edad se está más por conquistar castillos y jugar a batallas que por hacer coreografías, pues el tostón estaba servido. 

Con todo, era una de las series favoritas de mi madre, así que no había más tu tía. O te quedabas a ver gente dando tumbos arriba y abajo en la tele (sólo había una por casa) o te ibas a tu habitación a leer algo o a asediar castillos. Como adivinaréis, lo segundo sucedía más o menos el 100% de las veces. 

Era tan poco lo que me gustaba aquella serie, que su sintonía de entrada llegué a tenerla cruzada durante bastante tiempo. Sin embargo, los seres humanos crecemos, y aunque nunca me dio por liarme al swinging -todavía hoy me considero un pésimo bailarín independientemente del número de cubatas ingerido- llegué a rehabilitar la que en realidad es una fantástica canción. 

Con ella, Irene Cara saltó a la fama, a la vez que interpretaba en el film del mismo nombre (que precedió en tres años a la serie) el papel de Coco Hernández. El tema alcanzó el número uno en varios países incluyendo Estados Unidos y Gran Bretaña, y rápidamente se convirtió en uno de los más populares de la naciente década de los ochenta.

Aunque, por entonces, ya digo, estaba mucho más interesado en liar a hostias a mis Ayrgam Boys (ver combatir hombro con hombro a un legionario romano y a un jugador de la selección española era de nota) contra  los Coman Boys confederados. En fin, cosas de la edad.




Hasta la próxima. 


martes, 12 de febrero de 2013

So Long, ABBA, 1974


Normalmente, las despedidas son tristes. Normalmente. Otras, por el contrario, merecen toda la fiesta que uno se pueda imaginar. Por ejemplo, una buena parte de la generación de mis padres -servidor tenía apenas catorce meses- celebró todo lo que pudo aquello que los cursis del régimen llamaban "el hecho biológico inevitable" de Franco. Vamos, que la espichaba. 

En el caso que nos trae hoy, la cosa no es tan tremenda, pero igualmente merece un poco de jaraneo. Y es que, como ayer apuntaba, el ínclito Benedicto XVI, haciendo gala de todo su germanismo y de su nula españolidad, dimitía de su puesto como regente de Dios en la Tierra. Para que luego digan que un ministrillo (o ministrilla) cualquiera no tiene por qué dimitir.

La verdad es que, más allá de que un señor de 85 años que apenas puede andar es difícilmente imaginable administrando los votos del Altísimo con la vehemencia que el proselitismo cristiano requiere, la alegría viene dada por ver si de alguna manera se pone fin a un periodo plagado de escándalos, corrupción (de la de pasta pero también de la de menores) y rancia visión del mundo que no ha hecho otra cosa que mermar de fervor a muchos seguidores de San Pedro.

En 1978, el genial Forges plasmó en una divertidísima y polémica viñeta la elección de Juan Pablo II. Y es que dibujó al Espíritu Santo en forma de blanca paloma yendo a un oftalmólogo, dando a entender que tenía más bien corta la vista en la elección del pontífice: como todos sabéis ésta no se debe a intrigas vaticanas (mal pensados), si no a la inspiración que otorga dicho Espíritu. Pues bien, parece que con los años aquella revisión óptica no tuvo demasiado efecto, vistos los resultados. 

En cualquier caso, Benedicto se va y Ratzinger promete meterse en un monasterio de clausura. Así que qué mejor que dedicarle a todo ello una despedida fiestera y, por qué no, un poco macarrilla-hortera. Esto último corre ya por cuenta de esta casa.

So long!




Hasta la próxima.

lunes, 11 de febrero de 2013

Elephant Gun, Beirut, 2007


La verdad sea dicha: lo suyo hubiera sido haber conocido esta canción cuando nos enteramos de que aquí el amigo Juancal se lió a tiros con un elefante cual Elmer Gruñón en pos de Bugs Bunny, no os voy a engañar. Hoy la noticia es la dimisión del Papa de su puesto -confirmando así que en su genética no hay ni un sólo átomo mínimamente español-, pero claro, no es lo mismo si el tema se titula Elephant Gun

Así que nos quedamos en lo estrictamente musical. De hecho, hasta la sugerencia que hizo el anónimo del 8 de febrero, tan sólo conocía de Beirut su nombre como formación -ahorraros la coña de la capital del Líbano- y poco más. Sinceramente, no sabía cómo sonaban. 

Y la verdad es que suenan muy bien. Con un estilo claramente de rock alternativo, sus enormes influencias desde la música étnica y, muy particularmente, desde el folklore balcánico, les imprimen un sello totalmente característico. De hecho, cuando uno ve que el grupo procede de Santa Fe, en pleno sudoeste de Estados Unidos, casi que la sorpresa es todavía mayor. 

Como sea, aquí os dejo con esta sugerencia vuestra que, con permiso, hago mía. Espero que os guste. Aunque, ya digo, hubiera preferido tenerla a mano cuando lo del regio elefanticidio. No se puede tener todo.




Hasta la próxima.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Conquest of Paradise, Vangelis, 1992


Algo es indudable, más allá de las luces y las sombras de toda empresa humana: y es que el Descubrimiento del Nuevo Mundo -al menos el que hizo Colón para la Corona de Castilla, que otra cosa era el que sobradamente habían hecho antes sus moradores e incluso algunos nórdicos tiempo atrás- tuvo toda la épica imaginable. 

Tres navíos que hoy nos parecerían poco más que de juguete hicieron una travesía por el Atlántico en la que no faltaron hasta conatos de motín y muchísima superstición, amén de un almirante que tenía mucho carácter y mucha más ambición personal. Y todo ello en tiempo récord. Harían falta siglos para volver a recorrer aquella distancia en el tiempo en el que lo hicieron la muy veterana nao Santa María (32 años en sus cuadernas para entonces) y las carabelas Pinta (aún más veterana, con 51 años) y Niña

En 1992, como muchos recordaréis, se despertó un auténtico frenesí por el V Centenario del Descubrimiento, una magnífica oportunidad -como otra cualquiera- para transformar la Historia en dinero en movimiento. Fue el año en el que se hicieron coincidir, además, unos Juegos Olimpicos, una Capital Cultural y una Exposición Universal. Muchos fastos, aunque, como buenos representantes del género ibérico, ciertamente movieron parné... pero mucho más del presente entonces que del futuro.Y es que ya se sabe, para qué invertir si podemos simplemente gastar, que siempre da menos dolores de cabeza. 

En cualquier caso, aquel mismo año, al abrigo de toda la Descubrimientomanía, Hollywood produjo una de sus oportunísimas películas en busca de la taquilla -pensad que allí el viaje del ¿genovés? también es un día señalado, el Columbus Day-. Y para ello se sirvió de nada menos que de Ridley Scott, el cual tiró de nombres como Sigourney Weaver o el muy ruso de toda la vida Gérard Depardieu. Por supuesto, Scott hizo servir toda la épica que pudo tener a mano para tan magno film, así que la banda sonora la encargó al siempre fiable Vangelis

Entre nosotros, la música del compositor griego fue lo mejor de la peli. Supo captar perfectamente el espíritu excesivo que quería Scott, y lo transformó en una obra maestra. Incluso los resultados le dieron la razón. Mientras que la película fue un relativo fiasco en taquilla, Conquest of Paradise se marcó varios números uno, entre los cuales destacó por el nivel de ventas el que obtuvo en Alemania. Hoy es uno de los temas más recurrentes de Vangelis, y casi lo único por lo que se recuerda al film. 

Y es que, como todos los que vivimos en 1992, no fue ni muchísimo menos oro todo lo que relució. Si ni a Hollywood le salió bien del todo, imagináos por estos lares. 
 




Hasta la próxima.

domingo, 3 de febrero de 2013

Yes Sir, I Can Boogie, Baccara, 1977


Yes Sir, I Can Boogie es a la música disco lo que el destape a la Transición española. Una mezcla de sensualidad e ingenuidad envuelta en imágenes pasadas por entelados o neblinas para dar un poco de ambiente a la cosa. No me digáis que no es fácil imaginarse a Alfredo Landa o a Jose Luis López Vázquez poniendo caras de salidos escuchando esto en una de aquellas discos añejas de espejos y sofás de escay y   paredes con moqueta. 

De hecho, incluso la creación de las Baccara como dúo tiene todos los ingredientes de la España de los setenta. Para empezar, sus dos componentes, españolas como bien sabéis, trabajaban en las Islas Canarias como bailarinas de espectáculos cañís para turistas extranjeros. Spain Is Different, toreadores y olé, ya me entendéis. 

Pues bien, uno de ellos, alemán para más señas, se las quiso llevar a hacer carrera en su país, que atesoraba una potente industria musical muy enfocada a la música disco. Y vaya si hicieron fortuna. Su primer single, este Yes Sir, I Can Boogie se alzó hasta el número uno absoluto en toda Europa y más allá, entre susurros -a veces casi gemidos-, un inglés que con su acento castizo debía de sonar como poco muy exótico, y una base discotequera impecable. Aún hoy es uno de los singles más vendidos de la historia del pop, con 16 millones de copias en solfa. Nada menos. 

Además, supuso el inicio de una breve pero fulgurante carrera del dúo, que incluso les llevó a Eurovisión representando a... ¡Luxemburgo!. Con todo, el final de la música disco setentera fue también el finiquito de su carrera en la cumbre.  

Pero para entonces, ya se habían  quedado de forma indeleble en la retina de millones de españolitos con ganas de ver y de escuchar -aunque fuera un poquito- de chicha en la tele y en la radio. Y, para qué engañarnos, de millones de europeos también en una situación parecida. Para que luego digan que sólo los de aquí andábamos caninos. 




Hasta la próxima.

viernes, 1 de febrero de 2013

Such A Shame, Talk Talk, 1984


Restablecido el orden conectivo de mi PC -a mí no me gana a paciencia ni cabezonería un puñado de cables y de bits- por fin puedo escribir una Píldora de forma decente. Así que, sin más, nos vamos al turrón. 

Y el de hoy lo protagoniza una de las formaciones que, a mediados de los ochenta, protagonizaron una serie de éxitos bastante notables y de una calidad incuestionable. Probablemente, Such a Shame fue el más importante de ellos. 

Para cuando editaron el tema, la formación británica ya llevaba varios hits a sus espaldas, entre ellos su single predecesor, It's My Life, así que no fue ninguna sorpresa que Such a Shame repitiera y aún mejorara resultados. No obstante, en Gran Bretaña tuvo un impacto moderado, y sus mejores resultados los obtuvo en el continente. Tampoco era algo extraño a esas alturas de la carrera de Talk Talk. 

Por cierto, la canción que tenéis delante tiene un origen literario bastante particular. Su letra se inspira en una novela bastante polémica en su día como lo fue The Dice Man, en la que un tipo harto de todo decidió empezar a adoptar sus decisiones en función de lo que le daban los dados (de ahí que los encontréis en todo momento en el videoclip y en la portada del single). Para el que tenga curiosidad, no es una obra apta para almas muy sensibles. 

Pero, de momento, podéis empezar escuchando y recordando este pedazo de tema que, sin duda, es parte de los mejores años ochenta.




Hasta la próxima.