martes, 3 de noviembre de 2015

Love Train, The O'Jays, 1972



Los aficionados a la (buena) ciencia ficción llevamos varios años de enhorabuena en las salas de cine. Si en 2013 Gravity nos dejaba sobrecogidos cada cinco minutos bajo el marco de unas imágenes de la Tierra simplemente espectaculares, un año más tarde viajábamos al confín de la galaxia y de la física cuántica en Interstellar bajo una épica insuperable. Pues bien, para que no hubiera dos sin tres, este año me he quedado simplemente extasiado en la misión de rescate mejor rodada nunca: The Martian

Y que conste que iba con notables reservas. Hace un año, más o menos, leí la novela homónima de Andy Weir, una verdadera joya del género plagada de ciencia y mucho sentido del humor, de la mano del astronauta Mark Watney, un nuevo Robinson Crusoe que deja a MacGyver a la altura del chispas de tu barrio. Amén de tener unos "poderes botánicos" que ya los quisiera para sí el jardinero -aquél de la coleta- de Bricomanía. 

Pues bien, el visionado fue de primera. Ridley Scott ha ejercido de tal, y se ha marcado una película que tardará en olvidarse. Ciertamente, hay bastantes detalles del libro que quedan al margen, pero nada esencial que desfigure a la historia o al personaje de Watney, que a partir de ahora siempre tendrá la cara de Matt Damon cuando vuelva a leer la novela. Lo cual será en breve, para aprovechar el nuevo influjo de la peli. 

Pero esto no es un blog de cine, si no de música. Decía que es una película plagada de ciencia y de humor... pero, sobre todo, de música de los setenta. En la novela, un resignado Watney acaba cogiéndole el gusto al contenido musical del pendrive de su capitana, una fan impenitente de la música disco. Lo cual es aprovechado por Scott para otorgar al film una banda sonora con momentos simplemente insuperables. 

Y es que, además de una buena película, nos encontraremos con secuencias memorables bajo -prestad atención- temazos como Starman, de David Bowie (posiblemente, uno de los mejores momentos de la peli), Waterloo, de Abba (¡sí, en mitad de Marte!) I Will Survive, de Gloria Gaynor o este Love Train de los O'Jays, que da un auténtico subidón cuando aparece en escena. Así que imaginad el cuerpo que se me quedó al salir de la sala: una grandísima película, resultante de un grandísimo libro y salpicada aquí y allá de grandísima música. ¡Si será grande que hasta al final le acaba gustando al bueno de Watney!

Eso sí, no esperéis que suene Life On Mars. Tal vez hubiera sido redundante ponerla. Porque, evidentemente, hay vida en Marte. En forma de astronauta manitas y guasón. 




Hasta la próxima.