miércoles, 9 de marzo de 2016

A Day In The Life, The Beatles, 1967



Menudo 2016 llevamos. Si dedicara cada Píldora a cada uno de los ilustrísimos que nos han dejado (y sólo estamos a principios de marzo-, este blog sería prácticamente una sección de necrológicas, y no es en absoluto la intención. Sin embargo, hoy, al igual que sucedió hace un par de meses con Bowie, uno debe ponerse en el lugar que toca. Que, en el caso de hoy, es de pie y con el más solemne y sentido respeto. 

Esta mañana comentaba que la pérdida de George Martin, para los que somos de sangre Beatle, es totalmente equiparable a la de Lennon (la recuerdo, aún siendo muy niño, por el impacto enorme de la noticia) y a la de Harrison. Siempre se suele decir que el quinto beatle fue el batería anterior a Ringo, Pete Best, o incluso el primer bajista y amigo de Lennon, Stuart Sutcliffe. No es cierto. Fue George Martin. 

Fue él el tipo que, con su formación clásica y su espíritu de jazz, moldeó el rock and roll casi macarra de aquel grupo que fue presentado por su mánager Brian Epstein -tal vez la otra persona con capacidad de disputar a Martin el título de quinto beatle- por primera vez en 1962. Entonces, éste era el productor de un oscuro sello dependiente de EMI, Parlophone, y se dedicaba sobre todo a grabar comedias. Peter Sellers era uno de sus más famosos producidos. 

Naturalmente, en 1962, la juventud iba bastante más allá. No es que les convenciera demasiado el grupo, pero las voces harmónicas de Lennon y McCartney que oyó en la cinta le parecieron interesantes, y el entusiasmo de Epstein hizo el resto. Así que los contrató antes incluso de haberlos visto. A partir de aquí, cambió todo. Musicalmente, aportó su vasto conocimiento para introducir innovaciones que cambiaron para siempre la historia del rock. Entre otras muchísimas aportaciones, suya fue la idea de grabar Yesterday con un cuarteto de cuerdas, de añadir el célebre piano de aires barrocos (no era un clavecín, aunque lo hizo sonar como tal) de In My Life, y de dirigir la orquesta que debía sonar "hasta el infinito" en este A Day In The Life, que tenéis hoy aquí. 

Pero además fue un individuo apasionado por la tecnología en los estudios de grabación. En su época, el mayor avance eran las grabadoras de dos pistas para el sonido estéreo, que luego se ampliaron a cuatro. Pues bien, Martin, viendo la enorme complejidad que planteaba la idea que tenía el grupo para el álbum Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, fue el primero del mundo en grabar a ocho pistas... uniendo de manera casi imposible dos máquinas de cuatro. Ciertamente, para esta parte de su trabajo siempre se rodeó de los mejores ingenieros de sonido. Ahí quedan los nombres de Geoff Emerick, Norman Smith o incluso un jovencísimo Alan Parsons más tarde. 

Como homenaje, he querido traer uno de mis temas favoritos del grupo, este magnífico A Day In The Life, que cerraba el álbum Sgt. Pepper's. Se trata de una canción compleja, absolutamente surrealista, y a su manera, conmovedora. En ella, Martin tuvo un papel clave coordinando la orquesta en una grabación que se las prometía caótica: como el grupo quería un sonido que llegara hasta el infinito, entregó a los carísimos cuarenta músicos profesionales la que fue, posiblemente, la partitura más extraña que nunca vieron, en la que tenían que ir desde la nota más baja posible hasta la más alta. Para complicar más las cosas, por allí rondaban varias superestrellas superpsicodélicas y superfashion (Jagger, Richards, Donovan, Nesmith...). Así que la guinda fue la imposición del grupo -en un arrebato de extraño vanguardismo- a que todos los músicos llevaran puesto algún elemento de disfraz mientras grababan. De ahí que podáis ver en el vídeo a la orquesta más extraña y surrealista que nunca haya entrado a un estudio de grabación. Que era lo que querían. 

Y, por supuesto, también podréis ver al propio Martin. Lo encontraréis dirigiendo a la orquesta con una enorme nariz postiza (no se libró del asunto del disfraz) y, más tarde, departiendo con Lennon. 

Si hay algo más allá, es bastante probable que ahora ya estén departiendo de nuevo. Sin más, A Day In The Life




Hasta la próxima. 

sábado, 5 de marzo de 2016

Up the Junction, Squeeze, 1979


Up the Junction es, para quien escribe, uno de los grandísimos temas de una época estelar dentro de la historia de la música pop, la escena británica de finales de los setenta. Allí se mezclaban tanto los modernísimos punks y new waves (a menudo, musicalmente, primos hermanos) con unos renacidos mods, y con otra fauna bien distinta pero tampoco muy lejana que se desvivía por el ska. 

Si a éstos se les sumaban los coletazos del hard rock -a punto de transformarse en algo muy distinto de la mano de Mötorhead- y los mastodontes sinfónicos llenaestadios, francamente, no me hubiera importado sintonizar la radio de aquella época. Y no es porque físicamente no pudiera: el problema es que en España, un niño de cinco o seis años -servidor- tenía más en común con Torrebruno y Mazinger Z que con toda esta pléyade punk y new.

Así que para poder disfrutar de aquella explosión tuve que esperar varios años, hasta crecer y tener curiosidad por la música. Lástima que ya no quedaban ni punks, ni new waves, ni mods, esto es, que no fueran unos nostálgicos bastante trasnochados. Así que los demás tuvimos que rescatar a aquella música de una forma un tanto particular. Porque uno aprende que es así como las generaciones posteriores a un fenómeno musical acabamos creando esa palabra tan trillada y, en cierto modo, espeluznante, que es "clásico" para definir algo que, en su principio, era justo lo contrario, pura energía y explosión. Creo que ahora algunos chavales empiezan a hacer lo mismo con nuestros formidables grupos de britpop de los noventa. Hay que joderse: sic gloria mundi transit

Metafísica y patafísica aparte, Squeeze fue uno de aquellos grupos cool del momento. Si bien su carrera sigue en activo, su gran momento fueron finales de los setenta y la década de los ochenta. Y su gran año, 1979. Por entonces, lanzaron su segundo álbum, Cool For Cats, del que editaron cuatro sencillos. Dos de ellos, el homónimo del LP y el tema de hoy, se alzaron hasta las mismísimas puertas del número uno. 

Personalmente, entre ambos, me quedo con este Up the Junction, un tema bellísimo con una estructura musical bastante cautivadora por lo particular: no encontraréis ningún estribillo. Inspirada por una serie de televisión de igual nombre dirigida en 1965 por nada menos que Ken Loach -a su vez a partir de un libro de historias cortas del escritor Neil Dunn-, cuenta la historia de un matrimonio de clase obrera que empieza feliz... y que acaba como el mismo rosario de la aurora. La misma potencia del relato tuvo que ver con la eliminación de todo estribillo, ya que la banda pensó que así la canción ganaba en fuerza narrativa. 

Como fuera, supuso el espaldarazo definitivo de la formación. Por cierto, y ya que estamos en honduras musicales, ahí van dos datos para los más sibaritas. O frikis, depende de cómo se mire. Desde hace casi 25 años, se emite en la BBC un respetadísimo show llamado Later With... Jools Holland, por donde ha pasado todo bicho viviente con nombre musical. Su presentador, Jools Holland, no es otro que el primer teclista de Squeeze, el mismo que podéis ver en el clip con aire macarra y habanazo en boca. 

Y ya puestos con el clip, el segundo dato: nunca diríais dónde se grabó. Va, os lo digo yo: es la cocina de la casa de John Lennon donde grabó el inolvidable vídeo de Imagine. Sí, sí, la cocina. 

Es lo que tenían los muy iconoclastas finales de los setenta en el Reino Unido. 







Hasta la próxima.