Esta es una de las canciones que, desde que era pequeñito, pequeñito (vamos, desde los tres años en adelante) me acompañaron ya para siempre. Y es que aún hoy, cuando suena El Cristo de Palacagüina no tengo por menos que detenerme un momento y, más allá de la historia bellísima que cuenta, permitir que me vengan a la cabeza recuerdos de la niñez.
Uno de estos recuerdos es el de las excursiones a la playa de Terramar en Sitges. En aquella playa, que no es de arena si no de cantos rodados -creo que ya lo conté alguna vez- hacíamos auténticas cazas de bichos comestibles de todo tipo que luego iban por la noche a la plancha de la cocina de casa. Nunca he comido tantas tallarinas como entonces, os lo aseguro.
Con los años, los hábitos playeros cambiaron, pero la canción, que ya entonces se había grabado debajo de mi pobladísimo flequillo (sniff, sniff...), siguió siendo una de las que más me gustaban. Pero ahora por su letra, que era todo un canto a la Teología de la Liberación, poniendo a Jesús nada menos que como un futuro guerrillero contra la opresión. Toma ya.
La causa de este mensaje había que encontrarla en su creador, Carlos Mejía Godoy, un compositor y músico nicaragüense de izquierdas que por entonces también era muy famoso con un tema mucho menos comprometido, Son tus perjúmenes, mujer. Mejía Godoy mantenía unas ideas muy comprometidas con la guerrilla sandinista de su país y fue él mismo el que compuso el no menos famoso Credo de la Misa Campesina, que también interpretó la cantante cubana con éxito aún mayor si cabe que con el tema de hoy.
En fin, recuerdos de niñez y lucha por los oprimidos. Razones más que suficientes para dedicar el post que tenéis delante y que voy a dejar que me emocione un poco una vez más.
Letra de la Píldora.
Hasta la próxima.
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