Ya os dije hace tiempo que se mascaba la música clásica en el ambiente, tras varios avisos de sinfonismos varios a golpe de guitarra eléctrica. Pues bien: hoy, mis compañeros de l'Escola Oficial d'Idiomes me han dado pie finalmente a ello tras un café charlando alrededor de las Píldoras (la cosa tenía su puntito, os confieso en petit comité).
Así que inauguramos esta nueva faceta del blog con uno de los grandes entre grandes, Antonio Vivaldi, a sugerencia de Núria. Y cómo no, con sus Cuatro estaciones... y con su Verano, para mayor concordancia con el calendario. Eso sí, me he reservado poner el tercer movimiento, el conocido como La tormenta. No es que llueva mucho ahora, pero de largo es mi preferido de los tres que conforman el 2º concierto.
¡Un momento! ¿2º Concierto?¿tercer movimiento? ¡Uf, cuánta complicación! En absoluto: me explico. Las cuatro estaciones es una obra publicada en 1725, esto es, a finales del Barroco y vislumbrando ya el naciente Neoclasicismo. Su estructura se componía de cuatro conciertos -uno por estación- donde al verano le correspondía el segundo de ellos. Asimismo, cada uno de los conciertos se dividía a su vez en tres partes o movimientos, que seguían lo establecido de moda por entonces: uno lento (el segundo) flanqueado por dos rápidos (el primero y el tercero).
Dicho lo anterior, ahora entenderéis el porqué de la inaudita potencia de fuego de la Píldora de hoy. El segundo concierto recreaba un día de verano desde el punto de vista de un pastor en el campo. Pues bien, tras toda una jornada de calor (reflejada en los movimientos primero y segundo) se desencadenaba una tormenta estival, a la que le tocaba cerrar el concierto en forma de tercer y último movimiento. En consecuencia, debía de ser una pieza rápida, muy fuerte, como correspondía a los estándares del momento explicados más arriba.
La interpretación que os dejo es una de las más celebradas de cuantas se han grabado de Las cuatro estaciones: la que hizo el violinista británico Nigel Kennedy en 1989 junto a la English Chamber Orchestra. Aquel disco llegó a colocar -atención- nada menos que dos millones de copias y se convirtió en una de las grabaciones de música clásica más vendidas de todos los tiempos.
Quedan, pues, formalmente inauguradas las Píldoras clásicas.
PS: estoy convencidísimo que el tema de hoy también hubiera sido del agrado de un melómano clasicista como lo era el malogrado teclista de los Deep Purple, Jon Lord. DEP.
Hasta la próxima.
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