domingo, 31 de diciembre de 2023

Saturn 5, Inspiral Carpets, 1994



Pues nada, seguimos con la tradición de un año, una Píldora, quién nos ha visto y quién nos ve. Y encima, el 31 de diciembre, como si no hubiera tiempo por medio para que nos acabe cogiendo el toro. Sic gloria mundi transit, que decía uno al que debió de pasarle lo mismo cuando los blogs se escribían en papiro y bajo la luz de una vela, supongo. 

En fin, al lío. Hace justo un año trataba sobre la sin igual batalla entre un telescopio y una batería (de las de aporrear) como regalo de Reyes, y que ganó -estaba cantado- el cachivache de mirar hacia el cielo. 

Pues bien, un año después, puedo decir sin duda que es uno de los regalos de Reyes -junto a un piano Roland hace 18 años- que más ha triunfado, con enorme diferencia. Triunfado si lo medimos en términos de uso: desde su primera luz en enero, el bueno del Mak 127 (vamos, el telescopio) no ha hecho más que darme alegrías. Algunas de ellas sorprendentes, como descubrir la enorme paciencia que uno puede tener a la hora de ponerse a preparar y corregir cosas durante todo el proceso que va desde preparar lo necesario, hasta obtener una imagen aceptable, en el caso de una sesión de astrofotografía. 

Otra alegría más previsible ha sido la posibilidad de invertir horas y horas en una curva de aprendizaje casi infinita. Siempre hay algo más allá que saber, mejorar o hacia adónde ir!

Y claro, luego están los resultados: poder ver con tus propios ojos la Gran Mancha Roja de Júpiter, la Nebulosa de Orión, los anillos de Saturno. O captar todo ello en una imagen. Menudo subidón cuando estás procesando lo que has obtenido, y en determinado momento, una imagen algo basta se transforma en un impresionante mar o cráter lunar, con todos sus detalles. Naturalmente, es imposible por la capacidad de las ópticas, pero parece que pudieras ver, si te acercas mucho a la imagen, los trastos que dejaron allí Armstrong y Aldrin en 1969. Os dejo una muestra para que os dé un poco de envidia. Y quién sabe si provoco alguna afición inesperada. Sólo puedo decir que merece mucho la pena! 


Así que sí, en realidad me ratifico lo dicho hace un año: la batería no tuvo la menor oportunidad para un fulano que sigue conservando su primer libro, que tuvo en sus manos con cinco años: aquel "La exploración del Espacio" de editorial Kairós, 1979.

PS: la canción, qué despiste. Y eso que Saturn 5 es uno de los temas que más me molaban -y molan- de los Inspiral Carpets. Aunque, por aquel 1994, un sábado por la noche estándar no era precisamente junto a un telescopio. Si acaso veía alguna estrella, era por haberme pasado con las cervezas. Pero esa es otra historia, para otro día. U otro año.

Feliz Año!!!





sábado, 31 de diciembre de 2022

Sky Full of Stars, Coldplay, 2014

 


Antes de nada, AVISO DE SPOILER: si tienes menos de siete años, o tu madre aún te convence de ponerte un jersey lana con renos a cambio de un Cola-Cao, no sigas leyendo. 

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Bien, aviso realizado, vamos al lío. A partir de cierta edad no demasiado tardía, uno se da cuenta de que los regalos del Día de Reyes no los traen ni tres tipos con turbantes, ni tampoco tus padres -por fortuna para ellos-. Corren mayoritariamente a cuenta y cargo de tu propio bolsillo, de manera que aquellas semanas previas de ilusión por si unos u otros te traían lo que pedías, se convierten con el paso de los solsticios en un "a ver qué me pillo este año que no me suponga un sarao en casa" por motivos de espacio, ruido o incompatibilidades diversas vinculadas a la convivencia civilizada. Vamos, que al menos no molestes al personal con tus mierdas. 

Este año había dos fuertes candidatos a lo más alto del podio: una batería de las de aporrear (naturalmente del tipo "sorda", las otras suponían pena de excomunión y expulsión directa del vecindario) o un telescopio. Ambos objetos forman parte de muy viejas aspiraciones, tanto la musical -es el único instrumento rock que me falta, además de que me encaannnnnta- como la astronómica. Valga decir que conservo aún mi primer libro del que tengo recuerdo consciente: "La exploración del Espacio", de Rafael Clemente, Ed. Kairós, primera edición de octubre de 1979: lo tengo ahora mismo en mis manos. Bueno, en realidad tengo en mis manos el teclado del PC, pero ya se me entiende. Supongo de de ahí derivan los tropecientos libros de ciencia ficción que campan por casa, y la capacidad de ver cualquier cosa que incluya o pueda incluir una nave espacial aunque esté protagonizada por los inconmensurables Hermanos Calatrava (por favor, si alguien aún no ha visto "El Ete y el Oto", ya le falta tiempo, es toda una experiencia sensitiva).

De lo anterior supongo que las mentes más avezadas, y las otras también, habréis adivinado qué opción se ha impuesto. Efectivamente, la del telescopio. Debo decir que jugaba con ventaja: desde que descubrí las espectaculares opciones manuales de la cámara de mi móvil -incluso he llegado a capturar satélites galileanos-, cada vez iba ganando terreno la necesidad de disponer de mejor material de observación y captación de imágenes del cielo nocturnas. No lo llamaremos aún astrofotografía, porque entre lo que hasta ahora he ido haciendo y aquélla hay la misma distancia técnica que entre un palo y la SpaceX. 

Como si fuera poco aviso de la opción previsiblemente ganadora, además llevaba dos meses leyendo/aprendiendo de forma poco sistematizada pero masiva -vamos, lo que es la marca de la casa- todos los rudimentos básicos sobre telescopios, observación astronómica y fotografía del cielo. Así que bien pensado, lo de ser Ringo Starr nunca tuvo este año ninguna opción seria. Carl Sagan jugaba con todos los triunfos en la mano.   

Hostias sí, la canción. Ya se me pasaba por alto. La verdad es que no es de las mejores de Coldplay, y ni siquiera me gusta demasiado. Bien pensado, Coldplay está bien, pero no hay para tanto. Pero joer, el título le va que ni pintado a lo que explicaba y, además, ya había dedicado una Píldora hace 12 años al Alpha de Vangelis, con su Carl Sagan y su Cosmos por medio y todo. Eso sí que era un temazo espacial, pero ya que escribo menos posts que un homo habilis en día de caza del mamut, al menos he tenido la decencia de no reaprovechar canciones ya colgadas. 

En fin, no me enrollo más. Que Feliz Año, nos vemos en la próxima Píldora y os deseo cielos claros. Que se ve que es el saludo que se hace entre sí la gente que mira de noche las estrellas. 

Sky Full of Stars - Coldplay (Spotify)

Letra de la Píldora



viernes, 31 de diciembre de 2021

Glory Hallelujah, Teleman, 2016

Y aquí se acaba una nueva vuelta al sol. Segundo año triunfal donde tantas cosas han sido iguales al primero. Hemos vuelto a lidiar con los que se niegan a ver el meteorito; con los líderes de la tribu que, año tras año, desde que el sol da vueltas sobre los homínidos, denotan incompetencia al mando o a la espera de él; con los que aprovechan el sarao para llevar el ascua a su sardina; con los epidemiólogos metidos a vulcanólogos y vueltos a meter a epidemiólogos; en fin, con toda la fauna y flora que, al igual que los demás, dejan patente día a día su desbordamiento de una forma tan pequeñamente humana... aunque, a diferencia de los demás, intenten demostrar sin éxito todo lo contrario. 

Y también hemos vuelto a tener buenos y malos momentos, como en 2020. En realidad, como si fuera cualquier otro año más. Con la diferencia de que han sido los momentos únicos e inimitables del año que acaba. 

Siempre he considerado que esto de resetear con el cambio de fecha es más gilipollas que el que celebra que lleva siete meses apuntado al bar del gimnasio. Cualquier momento es ideal para resetear cosas, desde uno mismo, hasta el mundo, llegado el caso. Servidor, sin ir más lejos, un bonito y nada destacado día de mayo de 2019, tras una regata de remo bastante aceptable, decidió que no era buena idea seguir con 92 kg y fumando. Poco, pero fumando. Nada de sustos, ojo. Simplemente, un hasta aquí hemos llegado. De un día para otro, sin traumas, y a saber por qué. Tras aquel día, y hasta hoy, cayeron 15 kg, el ejercicio regular se convirtió en máxima, y ni un solo cigarrillo ha acompañado a los cafés diarios ni a los whiskies eventuales. Un día cualquiera de mayo de 2019. Por ponerlo en contraste, el uno de enero de aquel año seguramente me levanté con la preceptiva y reglamentaria moderada resaca que exige la fecha. Más o menos lo mismo que desde 1990 o 1991. Toma año nuevo, vida nueva. 

Así que no hay que darle importancia a la fecha en sí, si no a uno mismo. Los negacionistas seguirán existiendo hasta la negación final, los listos seguirán recibiendo votos, los demasiado listos pagando a los listos. Los tertulianos pontificarán con el mismo desparpajo e ignorancia sobre un virus raro, que sobre la vida extraterrestre, sobre baterías de litio o sobre el mecanismo de ajuste de precios del mercado de gambas de Kuala-Lumpur. Seguiremos teniendo reyes y lacayos, buena gente, mala gente, gente corriente. Seguiremos aguantando e intentando avanzar aunque sea a trompicones, porque así es como lo venimos haciendo. Y lo seguiremos haciendo hasta que nosotros mismos ya no queramos que sea así más.  

Lo cual puede ser que pase un uno de enero, o no. 

Gloria Aleluya!

Glory Allelujah - Teleman (por Spotify)



Letra de la Píldora

jueves, 31 de diciembre de 2020

Spaceman, Nilsson, 1972

 

"¿Dónde estabas tú en 2020?" Seguramente, y si tenemos la suerte de que 2021 y los años siguientes lo permitan, será la pregunta por antonomasia para dos o tres generaciones durante bastante tiempo. También es cierto que la respuesta será casi indefectiblemente "en casa" o "haciendo lo que podía para llevarlo"... y eso, los que hemos tenido suerte, por supuesto, en el que ha sido para casi todos el año más largo de nuestras vidas. Y es que de aquí a nada, nuestras referencias temporales futuras serán "antes de la pandemia", "cuando la pandemia" y "después de la pandemia". Y si no, tiempo al tiempo. 

Porque otra cosa no, pero nos han cambiado hábitos de todo tipo: trabajar en casa sí o sí (de nuevo, los que hemos tenido suerte), aprender dónde podemos ir y donde no según la semana, tener la puñetera mascarilla siempre a mano como quien lleva el móvil, nada de fiestorros multitudinarios -menos si son en Madrid y canta Raphael-, o tener que tomar el cafelito en un banco del parque, por citar algunas costumbres que nos hubieran parecido surrealistas hace doce meses. 

Estos cambios de hábitos también han tenido sus lado bueno, que el que no se consuela es porque no quiere. Por ejemplo, en casa, que somos bastante de hacer actividad física (ya era así antes de la pandemia... ups, lo dije, "antes de la pandemia"), nos ha servido para descubrir maravillosos rincones boscosos en nuestro municipio. Donde, además, podemos apearnos de llevar la dichosa mascarilla. Ah, se siente: el bosque es casi para nosotros solos, y además, estamos haciendo deporte. Hay que agarrarse al clavo que se tiene más a mano. 

Otro hábito que se ha disparado es el consumo de televisión. Mejor dicho, el de plataformas digitales. Desde luego, no he visto más series y pelis en mi vida. Y mira que he visto. La mayoría de ellas no han sido nada del otro jueves, pero en algunas ocasiones se han tratado de hallazgos fantásticos. Y aquí entra la Píldora de hoy, enmarcada en una serie un poco a camino de ambas categorías. Sin ser nada fuera de serie, este 2020 se estrenó la serie Space Force, una comedia muy en el estilo de The Office, aunque sólo sea porque el equipo era el mismo, empezando por su protagonista, un Steve Carell al que papeles como el del pusilánime -tirando para bipolar- general Naird le vienen que ni pintados. 

Pues bien, como tema que abría y cerrada la primera temporada, se encontraba este estupendo Spaceman del inefable Harry Nilsson. Que, mira por donde, a pesar de ser un éxito en 1972 (año 48 a.P., antes de la Pandemia) nunca había llegado a mis oídos hasta este 2020. Y no es que Nilsson me fuera un desconocido, precisamente: de hecho, cualquiera con más de cuarenta y pico habrá escuchado sin duda su maravillosa versión del Without You de Badfinger (o, como mínimo, la versión de Mariah Carey), y si sois además cinéfilos, también sabréis que su Everybody's Talking era el tema central de la gran Cowboy de Medianoche

Así que sí, tener más horas para gastar en las cosas de uno hace que vivas pequeños momentos fantásticos a golpe de descubrir rincones que no conocías: sean en forma de montaña casi a la vuelta de la esquina, o sean en forma de canciones. En realidad, unas y otras siempre han estado ahí, pero han quedado eclipsadas por sus vecinas mucho más lucientes. Y aunque sólo sea por eso, ya tengo algo que agradecerle a 2020. 

FELIZ AÑO!!!



martes, 24 de diciembre de 2019

Christmas All Over Again, Tom Petty and The Heartbreakers, 1992


Casi me emociono al escribir esta Píldora, no tanto por el momento navideño en sí... si no porque es la primera original desde mejor no lo digo, da cosa admitirlo. Pero lo podéis ver mirando la fecha de la penúltima Píldora, la verdad. Aunque si no lo hacéis, tampoco pasa nada, eh.

La cosa es que quería dar una felicitación al personal en redes, como cada año. Pero como todas las fotos familiares en plan Aznar-Botella, o la Gggeina y yo ya estaban cogidas pensé... qué cojones, por qué no hacer una Píldora nueva. Y aquí andamos.

El tema escogido es ideal para estas fechas. Un villancico rock en la más típica onda Mariah Carey... aunque el tema de Tom Petty es dos años anterior. En 1992, Petty recibió el encargo de aportar un tema para la segunda edición del álbum A Very Special Christmas, disco benéfico cuyos fondos iban destinados a las Special Olympics, los juegos dedicados a las personas con discapacidad.

Sin más, aquí os dejo con este temazo buenrollero, en una Píldora nueva. Debe de ser el espíritu de la Navidad, a saber.