domingo, 18 de abril de 2010

Alpha, Vangelis, 1976

Aparte de la Historia, desde muy pequeño siempre me apasionó la astronomía y su vertiente literaria, la ciencia-ficción. No sabría decir desde qué momento exactamente, pero cuando aprendí a leer con cierta soltura ya tenía libros sobre las estrellas en casa. Muy posiblemente, esta afición astronómica (que, cosas de la vida, luego de mayor no ha pasado de los libros) fuese anterior a un mítico programa de televisión que a principios de los ochenta pasó TVE, pero sin duda se potenció enormemente con él. 

Por supuesto, no era otro que Cosmos. Carl Sagan, autor de la serie, fue, además de un eminente astrónomo, el mayor difusor científico del siglo XX junto a Isaac Asimov, éste último además profuso escritor de novelas (su trilogía de la Fundación, una especie de caída del Imperio Romano en el futuro, la disfruté como pocas en su día) y ensayista de Historia, si bien en estos útlimos lares era algo más flojo. Como fuera, Sagan se convirtió en toda una referencia para aquel chaval al que planetas, estrellas y naves espaciales le eran el no va más. 

Así, cuando sonaban los compases iniciales de la sintonía del programa (por cierto, también de Vangelis, de la pieza Heaven and Hell) la carrera hacia el receptor era tan rauda como si pusieran Dartacán y Los Tres Mosqueperros o La Vuelta al Mundo de Willy Fogg, espacios mucho más acordes con aquella edad, año arriba año abajo. Y aquí entra la Píldora de hoy. Vangelis ya nos había aparecido por estos pagos junto a Demis Roussos en la formación pop griega Aphrodite's Child

Tras aquella etapa, se adentró en los sonidos progresivos y electrónicos, que serían su marca distintiva en el futuro. En 1976 lanzó su LP Albedo 0,39 (que es, por cierto, la capacidad de reflexión de la luz que tiene La Tierra). Era un disco magnífico y que, gracias a la tele, descubrí en parte desde muy pequeño. La causa estaba en que Cosmos incluía hasta tres temas del mismo, el citado Heaven and Hell (sólo un fragmento muy pequeño), Pulstar (éste, además, lo usaba la COPE en sus informativos, si mal no recuerdo) y mi preferido, la Píldora de hoy. 

Alpha podría definirse como una especie de Bolero de Ravel escrito a finales del siglo XX y pensado para el XXI. Sus arpegios iniciales me evocan todavía de forma recurrente a algunas de las escenas de la serie de Sagan más memorables, como aquella en las que unos dibujos sencillísimos reproducían de forma genial la evolución de la vida en nuestro planeta. Unas notas que me siguen emocionando sobremanera. ¿Será por lo que decían de las ondas Alpha? 

Vangelis – Alpha (por Spotify) 



 Letra de la Píldora (¿qué letra?) Hasta la próxima.

3 comentarios:

  1. Vaya, Francisco Javier, por lo visto además de la perrería con la música y el cine, compartimos fascinación por el cosmos. Ha sido para mí, desde siempre, un pensamiento constante, conectado indefectiblemente con las eternas preguntas que no obtienen respuesta: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Hay que tener cuidado al transitar por esos caminos, porque las medidas de tiempo y espacio que se manejan en el universo, son muy difíciles para un humano corriente y moliente. Esa estrella que estás viendo, pudo desaparecer hace miles de años... ¿Cómo se puede asimilar algo así? ¿Cómo se puede pensar en conceptos como éste y otros tan o más alucinantes sin maravillarse por completo? En fín, que se me empieza a ir la olla, y no quisiera acabar sin alabar la estupenda serie "Cosmos" con la no menos estupenda música de Vangelis. Por cierto, ¿tú sabes si se puede adquirir en DVD? Hace tiempo lo pregunté en FNAC y parece ser que está editada, aunque en ese momento no tenían existencias.
    Imagino que un entusiasta del cine y del espacio como tú, tendrá en "2001 a Space Odissey" de Stanley Kubrick una referencia ineludible. Para mí, es LA PELÍCULA. Mucho más que eso, una experiencia mística, sobrecogedora, mesmerizante, un film absolutamente intemporal, una obra maestra en sí misma que adquiere dimensiones míticas para gente que, como nosotros, dedica bastante tiempo (sin poderlo evitar) a tan absorbente temática.

    ResponderEliminar
  2. ¡Ay, Maestro Ciruela! ¿Qué hubiera sido de ESPAÑA si los españoles se hubieran dedicado a mirar el cielo de brazos cruzados como pasmarotes? ¡Cuantos pantanos sin construír, que mucho reír de mis pantanos y mira, cuando no llueve a joderse! Bajen ustedes a la tierra que aquí es donde empezamos y aquí es donde acabaremos, ¡ESPAÑOLES!

    ResponderEliminar
  3. Hosti, Maestro, fan del espacio! Pues antes de nada, información de servicio. Debo informarte de que sí que existe Cosmos editado en DVD, entre otras cosas porque una de las copias de la FNAC... la tengo yo. ¿Has probado a encargarla?

    No hubiera podido describir mejor el magnetismo tremendo que ha despertado en un servidor el Cosmos que mediante la serie de preguntas abiertas que formulas, que, me temo, jamás se llegarán a poder responder. Por eso una serie como la de Sagan tenía tantísimo atractivo, porque no sólo te hablaba del espacio, sino que te lo ponía frente a las grandes cuestiones humanas, desde un punto de vista científico y filosófico. Lo mejor de lo mejor en la tele.

    Aquella fascinación por el Cosmos también supuso una afición tremenda por la ciencia-ficción, primero en aluvión y después de forma cada vez más selectiva. Así, comencé por gente como Asimov (qué grandes horas he pasado con sus tres Fundaciones, especialmente con Fundación e Imperio), Clarke (2001: he de confesar que, al principio, tardé en captar el trasfondo de la película, pero una vez lo hice, o creí hacerlo, me impactó como muy pocas lo han hecho. Efectivamente, una referencia absolutamente ineludible, el gran salto adelante de la sci-fi en el cine) o Heinlein (una de las mejores novelas que jamás he leído es "Forastero en tierra extraña", por no mencionar las tardes épicas que me han dado sus "Tropas del espacio").

    Muy pronto salté a gente como el bipolar Lem, con sus dramáticas "Solaris" y "Fiasco", y sus hilarantes e ingeniosos "Diarios de las Estrellas"; las divertidas y ácidas páginas de "Mercaderes del espacio", de Frederick Pohl; los 451 grados Farenheit con los que Bradbury nos enseñó que ardía el papel; los sueños de las ovejas eléctricas de Philip K. Dick o la historia del último hombre sobre la Tierra, tal y como la convirtió en leyenda Richard Matheson. Y sólo estoy recordando una ínfima parte de lo más de lo más, dejando aparte a Silverberg, Anderson, Vonnegut, Haldeman, Farmer o Harrison, entre otros muchos...

    En fin, Maestro, que verás que se me ha disparado también el gatillo no ya del espacio, sinó hasta de la ciencia-ficción. Para no parar...

    Excelencia, por cierto, es verdad lo que dice de los pantanos, pero recuerde que en su haber estuvo el haber intentado poner a Tony Leblanc en órbita como primer astronauta español...

    ResponderEliminar