sábado, 31 de mayo de 2014

The Unknown Soldier, The Doors, 1968




Al bueno de Joaquín Sabina le gusta referir -no es el único- que su padre era militar franquista (o policía, que en el fondo da lo mismo) como forma de acentuar su rebeldía juvenil y remarcar su compromiso social. Bien, no digo que no esté en lo cierto, ni le quito mérito, pero enseguida os daréis cuenta que, sobre este particular, casi puede considerarse un aficionado.

De Jim Morrison se ha escrito todo, o casi todo. Y nadie duda que una parte de su polifacético carácter estaba totalmente en sintonía con los tiempos antibelicistas marcados por la generación del Vietnam en Estados Unidos. Sólo así puede entenderse una canción como The Unknown Soldier, la cual incluía en su mitad nada menos que la reproducción de un fusilamiento.

Lo que es menos conocido es que su padre era, precisamente militar. Y de muy alto rango. Concretamente, contraalmirante de la armada norteamericana. Pero hasta ahí, casi podría empatar con el cantautor jienense en cuanto a orígenes castrenses. Menos conocido es que George Stephen Morrison era el oficial norteamericano al mando de lo que se conoció como el "Incidente del Golfo de Tonkín": efectivamente, el papá de Jim estuvo en los hechos que se consideran el inicio formal de la Guerra del Vietnam. Ahí es nada.

Sabiendo esto, aún tiene mucho más mérito y significado el tema de hoy. Porque no sólo incluía la representación de un fusilamiento, es que en los directos el grupo se detenía a recrearlo, con Densmore haciendo el redoble de tambor, Krieger apuntando con su guitarra, Manzarek dando paso a los disparos y Morrison cayendo fulminado como mártir. El clip tampoco tenía desperdicio: además de ver a Morrison escupiendo sangre mientras caía, incluía imágenes de la Guerra del Vietnam, justo la que su padre había contribuido a desencadenar.

No me negaréis que Morrison no le echaba cojones. Tal vez, la cosa le venía de familia.    



Video clip




Y aquí una de sus performances




Hasta la próxima.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Shelter Song, Temples, 2012


Siempre he dicho que la buena música no entiende de décadas. Es verdad que hay momentos de mayor densidad de calidad que otros, pero siempre es posible encender la radio y encontrar algo como mínimo decente. Puede que hasta bueno. 

Es el caso del tema que os propongo hoy. Aunque en seguida veréis que la cosa tiene un poco de trampa. Porque aunque está editado en noviembre de 2012 y es completamente original, todo lo demás apunta a un viaje por la máquina del tiempo. A decir verdad, si uno no sabe nada de esta canción, podría pensar que fue compuesta y lanzada en plena movida psicodélica de los años sesenta. Si me hubieran dicho que Shelter Song se hizo en la primavera de 1967 y los Temples tuvieran ahora, en 2014, unos setenta años, me lo hubiera creído sin pestañear. 

Pero no, se trata de unos muchachos en la veintena, y cuya cortísima carrera como banda ha recibido los elogios de dos tipos como Noel Gallagher y Johnny Marr, el mítico guitarrista de los Smiths. Por lo tanto, la calidad, cuanto menos, se les debe de suponer. 

A mí me los presentaron musicalmente el año pasado unos amigos durante una cena. Y prometí traerlos a las Píldoras... aunque sin poner fecha, lo cual suele ser marca de la casa a estas alturas. Ahí se quedó todo, hasta que el otro día, haciendo zig zag en el dial de la radio esquivando (con poco éxito) radioestadios varios, crónicas futboleras y demás delicatessen de las ondas, me los encontré de repente. Y me quedé a escucharlos, recordando aquella vieja recomendación y promesa de un año atrás. 

De nuevo me encantó aquel espíritu caleidoscópico de Shelter Song, del que tan solo encontré una pega durante la audición: la estaban pinchando en mitad del Carrusel Deportivo. 

Desde luego, qué dificil es encontrar un momento perfecto. 




Hasta la próxima. 

jueves, 15 de mayo de 2014

Diva, Dana International, 1998


Supongo que, a estas alturas, tras varios días, ya estaréis más que al corriente de la vitoria austriaca en Eurovisión. Y digo a estas alturas porque si bien antes el festival se seguía en directo mayoritariamente, la pérdida de interés de los últimos años se  ha hecho evidente. Tal vez eso sea lo que explique algo tan sorprendente como esto que ha pasado con la tal Conchita Wurst. 

A ver, no es que un señor vestido y maquillado de mujer -o una señora con barba, lo que prefiráis- no puedan ganar Eurovisión. Desde luego que no es eso. Puestos a ver cosas raras, aún recuerdo a unos finlandeses (los sabemos porque se presentaban por ese civilizado país) caracterizados como orcos o bichos por el estilo y que se marcaron la victoria en 2006

La cosa deja de tener tanta gracia desde el momento en el que las canciones que interpretan estos bien puntuados artistas no muestran una calidad que justifique el triunfo. Y cuando uno llega a esta conclusión, al final determina que Eurovisión, más allá ya de las recurrentes sospechas en el otorgamiento de los votos, premia la excentricidad. O, directamente, el frikismo. Ahí estuvo el bueno de Chikilicuatre sacándole los colores al festival... desde el momento en el que fue lo suficientemente votado como para estar muy por encima de la mayoría de artistas españoles enviados durante las tres últimas décadas. 

Pero insisto, nada tiene que ver la cosa con la condición sexual de la señorita Wurst (apellido artístico que, en alemán, quiere decir "salchicha", añado). Ahí está, si no, la protagonista de hoy para certificarlo. Dana International era una transexual que se presentó -sorprendentemente- por Israel en 1998. Y con un temazo disco como la copa de un pino y que, desde luego, ganó y triunfó más allá del escenario, situado en Birmingham aquel año. 

Y es cierto que al principio se habló más de lo que era la cantante israelí que de la propia canción. Pero no es menos cierto que, en cuanto todo el mundo escuchó Diva, lo demás pasó a un segundo plano. 

Que es como debería ser, pero no como ha acabado siendo de nuevo esta vez (y si no me creéis, anda, a ver si os acordáis de lo que cantaban los orcos finlandeses aquellos). Eso sí, el año que viene no me pierdo el festival: puede ser la cosa para nota.




Hasta la próxima.