
El pasado viernes por la tarde, como con frecuencia acostumbro a hacer, voy al cine tras salir del trabajo, como forma de abrir el fin de semana. Como en estas ocasiones normalmente voy solo, acostumbro a ver pelis que sé que a Montse no le acaban de convencer, sino es que directamente no le gustan.
En esta ocasión, el film que fui a ver fue La Carretera, adaptación de una gran novela de Cormac McCarthy. Realmente creí que sería difícil acercarse a la calidad del libro, pero esta vez la cosa quedó realmente bien. En cuanto a la trama, puedo explicarla sin destripar necesariamente la película, ya que no es otra cosa que la relación que se establece entre un padre y un hijo luchando por alcanzar un futuro mejor.
Hasta aquí, posiblemente, hubiera optado por ver otra peli, dejando ésta para una sesión más personal en casa -a cada cosa lo suyo-. Sin embargo, para explotar mucho mejor esta historia, ambos personajes son sumergidos en un entorno brutal: un mundo que se muere poco a poco, y donde los pocos que quedan son depredadores de sí mismos. En un sentido literal. Y aquí, sí que era fácil atraerme a la gran pantalla cual abeja a un panal de rica miel.
Sea mediante la Historia o la ciencia ficción, los entornos de crisis, cambios, decadencias o catástrofes siempre me han parecido mucho más interesantes que los de una vida más cotidiana. Rarezas de uno, imagino. Y La Carretera recrea un entorno así magistralmente. Ojo, no estamos hablando de una peli en plan Mad Max (1979). En absoluto: se trata de una historia mucho más intimista, donde los silencios y los escenarios son tan importantes como los personajes o la trama en sí, que es bien simple: marchar al sur y sobrevivir.
Precisamente esos escenarios me recordaron a uno de los mejores inicios de una película de ciencia ficción de los últimos años, 28 días después (2002), en los que el protagonista, cuando sale de un coma en un hospital, se encuentra un Londres completamente solo y abandonado. Una escena de impresión. En aquella película de Danny Boyle, uno de los pocos momentos de descanso para los personajes era cuando llegaban a un supermercado, escena en la que sonaba la Píldora de hoy, que había sido single del grupo norteamericano Grandaddy en 1998.
Por lo demás, y para dejar constancia de mi equilibrio mental, que conste que preferir por preferir, prefiero la vida cotidiana y casi anodina... las catástrofes las dejo para los libros y las pelis. Queda dicho en acta.
Grandaddy – A.M. 180 (por Spotify)
Letra de la Píldora.
Hasta la próxima.
Hasta aquí, posiblemente, hubiera optado por ver otra peli, dejando ésta para una sesión más personal en casa -a cada cosa lo suyo-. Sin embargo, para explotar mucho mejor esta historia, ambos personajes son sumergidos en un entorno brutal: un mundo que se muere poco a poco, y donde los pocos que quedan son depredadores de sí mismos. En un sentido literal. Y aquí, sí que era fácil atraerme a la gran pantalla cual abeja a un panal de rica miel.
Sea mediante la Historia o la ciencia ficción, los entornos de crisis, cambios, decadencias o catástrofes siempre me han parecido mucho más interesantes que los de una vida más cotidiana. Rarezas de uno, imagino. Y La Carretera recrea un entorno así magistralmente. Ojo, no estamos hablando de una peli en plan Mad Max (1979). En absoluto: se trata de una historia mucho más intimista, donde los silencios y los escenarios son tan importantes como los personajes o la trama en sí, que es bien simple: marchar al sur y sobrevivir.
Precisamente esos escenarios me recordaron a uno de los mejores inicios de una película de ciencia ficción de los últimos años, 28 días después (2002), en los que el protagonista, cuando sale de un coma en un hospital, se encuentra un Londres completamente solo y abandonado. Una escena de impresión. En aquella película de Danny Boyle, uno de los pocos momentos de descanso para los personajes era cuando llegaban a un supermercado, escena en la que sonaba la Píldora de hoy, que había sido single del grupo norteamericano Grandaddy en 1998.
Por lo demás, y para dejar constancia de mi equilibrio mental, que conste que preferir por preferir, prefiero la vida cotidiana y casi anodina... las catástrofes las dejo para los libros y las pelis. Queda dicho en acta.
Grandaddy – A.M. 180 (por Spotify)
Letra de la Píldora.
Hasta la próxima.