
El grupo, por supuesto, eran los Travelling Wilburys. Estos eran una superformación en la que compartían diversión y afición tipos como el ex beatle George Harrison, Bob Dylan, Jeff Lynne -procedente de la ELO-, Tom Petty y un extraño señor con pinta de abuelete pero armado con un flequillo escolar previsiblemente teñido y unas gruesas gafas de sol de más gruesa pasta todavía.
Se trataba de Roy Orbison, y por entonces no tenía ni idea de quién era. Tan sólo que las canciones que interpretaba junto a sus colegas de banda estaban bastante bien, lo cual era suficiente. Muy poco después, Orbison... falleció, pero uno de sus últimos temas, You Got It, se convirtió en un hit mundial, por bien que póstumo. Por mi parte, no tardé ni diez minutos en grabarlo por la pletina del radiocassette a partir de una emisión radiofónica -principal modalidad de piratería musical adolescente de la época-. Sonaba a los Beatles, pero con un tono algo más americano.
Casi a la vez, obtuve por el mismo sistema otro tema, este muchísimo más antiguo -de 1964- titulado Oh, Pretty Woman. Pop rock clásico de primera, pensé. Como mandaban los procedimientos estándares, formó parte de una de mis cassettes compilatorias más recurrentes. Y así durante varios meses. Hasta que sucedió lo que ya imagináis.
Julia Roberts se convirtió de la noche a la mañana en la prostituta/cenicienta más famosa de la historia del cine, y Richard Gere en su príncipe azul. Oh, Pretty Woman se convirtió en el estandarte musical de la película de casi idéntico nombre, y Roy Orbison hubiera podido ser un tipo increiblemente rico si no fuera por el pequeño detalle de su obituario. En cuanto a mí, rayaron tanto el tema, que aún a día de hoy no puedo evitar, de vez en cuando, pasarlo adelante en mi mp3. Y eso que, como mandan los procedimientos estándares, forma parte de una de mis listas de reproducción más recurrentes.