miércoles, 31 de diciembre de 2014

Rasputin, Boney M., 1978


Pues sí, amigos, se acaba aquí el año 2014 y, como es Nochevieja, pues he decidido romperme los cascos poniendo algo original para tal evento: Boney M. ¿A qué no los habíais escuchado nunca tras la hora cuarta o quinta de juerga justo ente el sexto y séptimo cubata? Esto de hoy es al fin de año lo que la ginebra a la tónica, lo que las empanadillas a Martes y Trece. O lo que Raffaela Carrà al fin de año, bien pensado también. 

Como fuere, Rasputin lleva alegrando las jaranas de uvas y cotillón algo así como treinta y seis castañas. Pasan los presidentes, pasan los papas, pasan hasta los reyes. Pero ahí sigue fiesta tras fiesta esta canción, con la que ya tan sólo compiten en constancia a través de las décadas Jordi Hurtado... y sí, Rafaella Carrà. 

A pesar del tono festivo de la canción, puro disco alemán de la factoría Frank Farian -el cual, además, la compuso- podría decirse de Rasputin que en realidad es un auténtico romance alrededor de la vida del famoso místico (y desaliñado bon vivant) ruso, desde su ascenso hasta su asesinato por parte de la aristocracia de la corte del zar. Pasando por sus amoríos a diestro y siniestro por toda dicha corte -sección femenina- como desmintiendo la futura aseveración de Raffaela Carrà de que sólo se haría bien el amor en el sur. 

En fin, aquí os dejo deseando que esta noche la paséis como debe ser, y que entréis al 2015 con toda la Felicidad (en mayúsculas) del mundo. Y no os preocupéis por cómo va a ir el planeta: dentro de doce meses, quién sabe adónde nos encontraremos, pero es indudable que volveremos a bailar vaso en mano Rasputín. Y, naturalmente, a la buena de Raffaela Carrà. 





Hasta la próxima. 

viernes, 26 de diciembre de 2014

Le quattro stagioni: L'inverno, mov. II, largo, Antonio Vivaldi, 1725


Y llegaron, de nuevo, las navidades. En esta ocasión, en vez de recurrir al villancico más o menos rock o pop, he querido darle a la cosa un pequeño giro. Estos días, desde tiempos ancestrales, siempre han sido un momento de celebración. De celebración de la llegada del invierno, de un momento de recogimiento y de inicio de un nuevo ciclo.

Así que he querido traer la que, tal vez, sea la pieza que exalta como ninguna otra a esta parte del año. En 1725, Antonio Vivaldi compuso una de las obras más célebres de la historia de la música clásica, las Cuatro Estaciones. Cada uno de sus cuatro conciertos estaba dedicado a una estación del año: el cuarto y último era el invierno. 

El segundo movimiento (para saber un poco más de esto de los movimientos podéis recordar esta otra Píldora) recreaba tal vez la parte más bucólica y, en cierto modo, "navideña" de todo el invierno, la paz junto al fuego del hogar. 

Y es con la que os quiero desear unas Felices Fiestas, mis queridos Pildoreros. ¡Por muchas navidades pildoreras más!

PS: por cierto, eso que veis sonando de la mano del virtuoso Daniel Phillips -a las órdenes de Yehudi Menuhin, casi nada- es un auténtico Stradivarius, de los que sonaron cuando Antonio Vivaldi estaba vivo. ¡Pura historia musical en movimiento!



Hasta la próxima.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Skyfall, Adele, 2012



"Por fin un gran tema de James Bond". Con esta sentencia demoledora, la poderosa e influyente revista norteamericana Entertainment Weekly resumía lo que muchos aficionados a la música de las películas de 007 sabíamos: que hacía mucho tiempo que el bueno de Bond no iba acompañado de una de esas canciones de bandera que son tanto a la saga como Sean Connery o la pistola Walther PPK.

Porque, ciertamente, se echaba ya en falta una pieza sucesora de aquellas de Shirley Bassey, Louis Armstrong o incluso Paul McCartney. Una carencia que se terminó cuando se invitó a la impresionante voz de Adele a formar parte de la historia de las bandas sonoras de 007 interpretando el tema central de Skyfall. Y vaya si se terminó.

Lanzada a las 0:07 horas del 5 de octubre de 2012 -coincidiendo con el 50 aniversario de Dr. No, la primera película del agente secreto al servicio de Su Majestad- en apenas diez horas se convirtió en el tema más vendido en iTunes. Y sólo era el principio. En pocos días alcanzaba el número uno en Gran Bretaña, entre otros países, y el Top 10 en Estados Unidos, algo no siempre habitual en una banda sonora.

Estos días están siendo noticia los diversos pánicos escénicos de artistas de toda índole. Pues bien, en este historial, también tiene su rincón Adele... y el tema que tenéis hoy delante. El 20 de febrero de 2013, durante la gala de los Brit Awards -que ganó, por cierto, Skyfall en la categoría de mejor sencillo británico- la artista hizo, como de costumbre, una gran actuación en directo. Pero para ello, para no quedar bloqueada... tuvo que someterse a hipnosis. 

Porque se puede ser una artistaza como la copa de un pino, pero es que Bond es Bond. Y más cuando el resultado quedó, esta vez sí, a la altura de iconos tan memorables como el Aston Martin o el vodka Martini. Agitado pero no revuelto, por supuesto. 




Hasta la próxima. 


domingo, 23 de noviembre de 2014

Mr. Blue Sky, Electric Light Orchestra, 1978


No hay demasiadas canciones que representen el buen rollo y el mejor estado de ánimo que la de hoy. Y es que nada como un buen cielo azul para poner a uno a tono... y hasta devolverle la inspiración. Porque Mr. Blue Sky es eso mismo, el canto al retorno de las musas, las cuales, por cierto, acabron suponiendo unos réditos millonarios a la Electric Light Orchestra y, muy particularmente, a su líder, Jeff Lynne. 

Imaginad estar en los Alpes, pero sin nada de esquí. Simplemente encerrados en una cabaña para componer canciones. Fuera hace un tiempo horrible... y dentro, la misma horrible sensación de que no sale nada, especialmente inquietante cuando uno es una auténtica fábrica de hits. De repente, tras dos semanas, sale el sol. Y vaya si sale... tan buen rollo le entró a Lynne al ver las montañas bajo el cielo azul que, de un tirón, en otras dos semanas compuso nada menos que 14 canciones, entre ellas la que tenéis delante.  

Mr. Blue Sky es, posiblemente, el tema más icónico de la ELO o, como mínimo, de los más respresentativos de su estilo con diferencia. En él pueden verse como nunca la combinación de Beatles, áires clásicos y hasta del incipiente estilo electrónico que empezaba a llenarlo todo a finales de los setenta, compitiendo con el punk. ¡De hecho, bien pensado, y no sólo por la parte electrónica, casi podría decirse que Mr. Blue Sky era la némesis del "no future" de los Sex Pistols!

En 2012, el propio Lynne regrabó el tema, y hasta hizo un clip animado, para un álbum de versiones de la ELO que, a pesar de llevar el sello de la banda, era todo obra particular suya. Y sí, sonaba muy bien, pero que queréis que os diga, nada como la versión original de 1978 con toda la formación en pleno estado de gracia. 

Así que, si me lo permitís, os dejo con este chute de buen rollo tal y como quedó en su momento producto de un inesperado y glorioso día de sol. 





Hasta la próxima. 

lunes, 27 de octubre de 2014

Flyswatter, Eels, 2000


Normalmente, soy bastante poco amigo de las cadenas varias que campan por Internet, antes por los correos y ahora por las redes sociales. Junto a los vídeos de gatitos y los Power Points de fotos de la naturaleza con frases de Paulo Coelho, conforman la Trinidad del ciberhorterismo humano. 

Y, sin embargo, el post de hoy responde a uno de estos supuestos, el de las cadenas. Y, encima, de forma voluntaria por mi parte, demostrando que nadie, absolutamente nadie, está libre de la caspa digital. Especialmente, cuando dicha tendencia está vinculada a las aficiones de uno, en este caso, la música. 

Así que cual mihura ante trapo rojo -perdonadme el símil taurino, pero es lo que mejor se le asemeja- no he podido resistirme a un jueguecito de estos, consistente en que si uno pone "me gusta" en un vídeo musical colgado en Facebook, el dueño de dicho muro te asigna una letra del abecedario con la que debe de comenzar el nombre del grupo con el que a su vez tú debes adornar tu propio muro. Ya veis, chorrada máxima. Pero con gusto, parece que pica menos. 

Así que mi amiga Montse Maldonado, tras recibir mi "me gusta" en su muro, me asignó la letra "E". 

Y aquí estamos, por toda la mayor. Mi respuesta creo que es contundente: no sólo comienza el grupo con la letra "e", si no que lo hace hasta con dos. Por si fuera poco, el líder del grupo es el inefable señor... E, nombre de guerra del bueno de Mark Oliver Everett. 

Flyswatter -no podía ser todo perfecto, empieza por la "f",- es, a mi juicio, uno de los mejores temas de la banda norteamericana Eels. Lanzada como segundo single de apoyo del álbum Daisies of the Galaxy, logró colarse en los charts británicos aunque desde luego con discreto éxito comercial en comparación con su anterior sencillo, Mr. E's Beautiful Blues

En cualquier caso, estoy seguro de que os gustará. Y de que me ha permitido pasar con éxito la cadena a la que me ha empujado mi lado oscuro. Eso sí, espero que la cosa no vaya a más: los gatitos internautas acechan a la vuelta de la esquina. 


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Hasta la próxima.

lunes, 20 de octubre de 2014

Zero, Yeah Yeah Yeahs, 2009


Aunque por su título pudiera parecer un tema dedicado a la capacidad técnica de buena parte de los individuos que rigen este país, o incluso también a su nivel de vergüenza torera, nada de eso. Simplemente he querido traer uno de esos temazos que llegan a gustar por igual a los amantes de las pistas como a los más impenitentes indies... que, en el fondo, no os engañéis, también buscan algún pretexto para dejarse llevar por los pies.

De hecho, Zero es tan buena -dejo aquí todo tono irónico- que llegó a ser considerada por algunas revistas musicales como New Musical Express -NME- o Spin tema del año 2009. Aunque, entre nosotros, y vuelvo a activar la socarronería, durante estos últimos años superar musicalmente a la media tampoco se puede decir que fuera algo más allá de los límites de la capacidad creativa humana. Ah, qué envidia me dan mis padres a veces, espectadores de los grandes veranos musicales de 1966 y sucesivos. Eso sí, al menos, siempre nos quedará Camden a los de mi generación: puede que no sea lo mismo, pero no se consuela el que no quiere. Y además, bien que nos divertimos. 

Como fuere, las listas de éxitos también le fueron propicias al tema de hoy, de los norteamericanos Yeah Yeah Yeahs. En Estados Unidos, además, llegó a ascender tanto en los charts rock como en los alternativos, aunque el gran triunfo lo consiguió en el Billboard dedicado a las pistas de baile, donde alcanzaría un meritorio cuarto puesto y prepararía el camino para Heads Will Roll, hasta hoy el mayor éxito de la banda. 

Y ya os dejo con la canción. Que palabrita que no va con segundas. 






Hasta la próxima.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Stolen Dance, Milky Chance, 2013


Cómo me gusta que las buenas canciones sigan alcanzando, aunque sea de manera cada vez menos frecuente, los primeros puestos de las listas y el favor del público. Son la mejor muestra de que, en el fondo, a la mayoría de gente nos gusta la buena música y que todo lo demás que rellena las listas de éxitos simplemente se beneficia del peso abrumador del márketing musical. Algo así como la telebasura: ¿se ve porque se demanda, o simplemente se ve porque no hay casi otra cosa en los canales principales?

Como sea, este dúo alemán llamado Milky Chance, con un estilo que proviene del folk, ha sabido dar un puñetazo musical en todo el continente europeo y más allá con este Stolen Dance. En justicia, puede considerarse una de las canciones del año 2013... y hasta 2014: desde su lanzamiento inicial, en abril del año pasado, ha ido editándose de manera escalonada a lo largo y ancho del globo casi siempre con el mismo resultado: un indefectible Top 5, convertido en algunos casos en número uno.

El último capítulo en la carrera de triunfos del temazo de hoy ha sido durante este mismo septiembre de 2014, cuando se ha lanzado, finalmente, en Estados Unidos. En pocos días se ha alzado con el primer puesto en las listas alternativas del Billboard, lo cual es todo un logro para algo que viene del otro lado del charco, Gran Bretaña aparte.

En fin, aunque aún es pronto para saber si Milky Chance acabarán siendo un one hit wonder -esos grupos o cantantes a los que un único gran hit en su carrera acaba incluso por eclipsarles el nombre- es indudable ya que Stolen Dance será durante muchos años una de esas canciones que tendremos a punto en la  memoria cada vez que suene por la radio.

Y yo que me alegro.




Hasta la próxima. 

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Charmless Man, Blur, 1996


Uf, qué último mes desde las vacaciones... vamos, que apenas me he podido acercar por aquí, como habréis notado. Teniendo en cuenta que uno de los momentos menores no ha sido el cruce de los cuarenta por mi parte, espero que me entendáis. Y aquí estamos para enmendallo.

Eso sí, aunque sólo sea por la recién estrenada cuarentena, dejadme que hoy me dedique a mí mismo el tema. Ya veis, efectivamente: no sólo estoy ausente lo que no está escrito, si no que, además, cuando reaparezco, lo hago dedicándome el post. Pero, pildoreros, esta es la auténtica calidad humana de quién escribe.

En fin, nos vamos al turrón. Como decía, hoy traigo a Blur, y lo hago con uno de sus mayores éxitos. Charmless Man, lanzada en abril de 1996, fue la última canción de The Great Escape en convertirse en single, y al igual que sus antecesoras, con muy buenos resultados, ya que alcanzó el Top 5 británico. Por entonces, Blur seguía en la cresta de la ola, y mantenía su particular pugna musical con Oasis por ser la banda preeminente del movimiento britpop.

Aunque, para entonces, la cosa tenía fecha de caducidad, y sería el propio Damon Albarn quien se la pondría. En diciembre de aquel mismo año afirmaba que Charmless Man era el epitafio del britpop. Y sabía de qué hablaba. Apenas un mes después, lanzaría la memorable Beetlebum, cuyo estilo -que marcaría el del siguiente álbum, Blur, rompería para siempre aquella alegría casi adolescente de la que había hecho gala el grupo hasta entonces.

Con todo, admito tener cierta debilidad por el tema de hoy, con sus coros del estribillo muy a lo T.Rex, y una letra sarcástica de la que el propio Albarn confesó que se había inspirado gracias a una pintada en un urinario.

Y es que las musas pueden aparecer en todas partes. En todas.





Hasta la próxima.

martes, 19 de agosto de 2014

5 Years Time, Noah and The Whale, 2007


Cinco años ya... ¡cinco años! Aunque suene a topicazo manido, y lo es, parece que fue ayer mismo, o anteayer, cuando durante una calurosa tarde de miércoles, a las 17:42 h, tomó forma una vieja idea que me rondaba por la cabeza. Ésta consistía, básicamente, en decir cuatro cosas por Internet en forma de blog vinculadas a canciones de lo más diverso, y cuyo único nexo de unión entre sí era... ninguno. 

Eso sí, la intención era la de no pasar de cuatro o cinco párrafos de texto por post en la medida de lo posible -norma que se ha cumplido en la inmensa mayoría de casos- para no cansar al personal. De ahí que la cosa acabara llamándose algo tan poco musical como "píldoras". También era algo distinto a como es ahora: mantenía un no muy afortunado color verde, sin apenas adornos. Pronto pasó a un tono blanco y con la navegación mejorada, hasta que en 2011 adquirió el formato que tenéis delante... que no será el definitivo, seguro. 

En un principio, la idea era publicar de vez en cuando, pero en seguida la cosa se animó y, durante unos tres años, el ritmo fue nada menos que a Píldora diaria, vacaciones y fiestas de guardar incluidas. Con el tiempo, la cosa se ha ido calmando, para acercarse al mucho más perezoso ritmo concebido originalmente. Los matrimonios deben ir a su paso en cada momento. 

Que me he divertido mucho desde aquel primer post de los Kinks (con el glorioso tema Shangri-la, aún hoy tal vez mi canción favorita), y me sigo divirtiendo, es evidente. La prueba es que aquí estamos. Cierto es que ahora no puedo dedicarle el mismo tiempo, pero cada vez que busco una canción, cada vez que veo los clips, cada vez que acometo estas líneas os aseguro que es como el primer día. 

Naturalmente, nunca acabo de decir lo suficiente lo mucho que esto os debe a vosotros, a vuestras sugerencias y a vuestros comentarios, incluso aunque no los responda siempre a la velocidad que la decencia exigiría, por no mencionar ya la correcta gestión de un blog. En cualquier caso, muchísimas gracias a todas y a todos por estar ahí. Como siempre, esta es vuestra casa.     

Vamos a por otros cinco años más... para empezar.  





Hasta la próxima.


domingo, 17 de agosto de 2014

I-Feel-Like-I'm-Fixin'-to-Die Rag, Country Joe and The Fish, 1967


"Dadme una F, dadme una U, dadme una C, dadme una K: ¿qué hace esto?". Naturalmente, ante tamaña invitación, todo un público entregado aquella tarde del 17 de agosto de 1969 en la llanura de Woodstock (más o menos al mismo tiempo en el que escribo esto, 45 años después) gritó como loco un atronador "FUCK!!!!". Que creo que no necesita traducción. Corregidme, si no es así. 

Posiblemente, este sea, junto a la versión distorsionada del himno norteamericano que pocas horas después interpretaría Jimi Hendrix, el momento más icónico de todo el festival que prometía -y cumplió- "tres días de paz y música". Iba de la mano de un cantautor psicodélico que tenía mucha más fama que ventas, y que respondía al nombre artístico de Country Joe McDonald, acompañado de su grupo, The Fish. 

En realidad, el tema fue interpretado dos veces... y no fue la "oficial" -la que hoy haría 45 años- la que pasó a la posteridad, si no la que un día antes improvisó el mismo McDonald en solitario entre dos actuaciones. Ataviado con un ajado uniforme militar y un trapo como cinta en la cabeza, se metió en el bolsillo a más de 300.000 personas que terminaron cantando con él este demoledor tema contra la guerra del Vietnam. 

Y eso que no era, ni mucho menos, una canción con un sonido agresivo. Antes bien, tenía la estructura de un viejo jazz de los años 20, festivo y burlón. Pero nadie se llevaba a engaño: su letra, que era una bufonesca invitación a apuntarse a la guerra, terminaba con un lapidario "todos vamos a morir".  Eso sí, precedido de un alegre y desenfadado "whopee!!!"... porque al fin y al cabo, ¿qué mayor alegría hay a la de que le maten a uno por la patria?

Paradójicamente, el tema nunca tuvo unas ventas sobresalientes. Lanzado como parte del álbum I Feel Like I'm Fixin' to Die, de 1967, es uno de esos sorprendentes casos en los que el discreto éxito comercial iba de la mano de una difusión alternativa que llegó, sin duda, a todos los rincones del país. El hecho de que todo el auditorio lo cantara -como puede verse en el clip- durante una interpretación improvisada es la mejor prueba de hasta qué punto la juventud norteamericana del momento estaba muy al corriente no ya de la cultura, si no de la contracultura que imperaba en la época. 

Os quedáis, pues, ante uno de los momentos más célebres de toda la historia del rock. "Gimme a F...!"

PS: Jordi, lo prometido es deuda. ¡Espero que te haya gustado!




Hasta la próxima. 

jueves, 31 de julio de 2014

Listen To The Music, The Doobie Brothers, 1972


En estos días en los que los nietos de los niños judíos del holocausto asesinan a otros niños; en los que la Mucha Honorabilidad se tiñe de fango al cubrir una mera y vulgar mafia familiar; en los que los aviones de pasajeros son derribados sin que nada pase; en estos días, digo, apetece más que nunca hacer un alto, encender el equipo de música y poner algo que, ciertamente, levante el ánimo. 

Y buscando, buscando, encontré entre los discos varias candidatas a provocar cierto meneo cabecero y paso desgarbado, que es lo que hacemos los que a falta de bailar, perpetramos el movimiento. Al final me decidí por un tema que, no exagero, llevaba años sin poner ni escuchar. Seguramente por eso, el subidón fue mayor, algo así como el que da cuando uno se encuentra con un buen amigo tras mucho tiempo sin verlo. 

Listen To The Music es una canción que despide un buen rollo descomunal. No ya sólo por su letra, si no por su ritmo entre el pop y el funky, irresistible. Supuso el primer gran éxito de la banda allá por 1972, y con el que se quedó a las puertas del Top 10 norteamericano en una época en la que no llegaba hasta ahí cualquier hijo de vecino. 

Por cierto, que el buen rollo de la melodía no deja de tener su ironía respecto a lo que comentaba al principio. ¿Sabéis qué imaginó Tom Johnston, cantante y líder de los Doobie Brothers, cuando la compuso? Pues en que si los líderes del planeta se sentaran un momento en el campo y se detuvieran a fumar hierba o, simplemente, a escuchar música, muy posiblemente el mundo sería un lugar mejor. 

Y viendo lo visto, lo más seguro es que tuviera razón. 




Hasta la próxima. 

domingo, 13 de julio de 2014

California Sun, Ramones, 1977


Y se fue el último de los cuatro Ramones originales. Un chiste que circula por ahí cuando murió Johnny Ramone (hace ahora diez años) lo figuraba entrando al "cielo Gabba Gabba" mientras era recibido por sus dos compañeros Joey Ramone y Dee Dee Ramone. Este último colgaba un cartel que decía "se necesita baterista". 

Pues bien, el baterista acaba de llegar. Con el final de Tommy Ramone, se cierra definitivamente la historia de uno de los grupos más emblemáticos del punk norteamericano. Si bien nunca fueron tan socialmente comprometidos como sus colegas británicos de movimiento, rabia decibélica nunca les faltó. 

Unos decibelios que siempre tuvieron un oído puesto en la vieja música surf californiana, de la que bebieron tanto como de la naciente ola punk neoyorquina de la que procedían. El tema de hoy es, tal vez, una de las mejores muestras de aquella particular -y exitosa- fusión. 

California Sun fue compuesta nada menos que en 1961 por los también neoyorquinos (!) Henry Glover y Morris Levy y grabada por primera vez por el nativo de Nueva Orleans (!!) Joe Jones. Pero no fue hasta 1964 que el tema se convirtió en un éxito nacional de la mano de The Rivieras, formación oriunda del estado de Indiana. Es evidente que, excepto por la letra y el título, el tema tenía muy poco de californiano.  

En 1977, en plena explosión punk, los Ramones decidieron sacar su propia versión dentro del disco Leave Home y como cara B del sencillo I Remember You. A pesar de que no llegó a situarse en las listas, era evidente que era muy del gusto de la banda, que incluso lo incluyó en la banda sonora del film Rock'n'Roll High School

Y sin más, pildoreros, ¡Gabba Gabba Hey!




Hasta la próxima. 

sábado, 5 de julio de 2014

The Man, Aloe Blacc, 2014


Como suele pasar en tantas grandes canciones hip hop, la primera vez que se escuchan uno tiene la sensación de haber pasado por allí antes, pero caso siempre se queda atrapado: es el invariable efecto del sampleado. De una forma parecida a la que se quedaría ante una buena versión.

The Man cumple esta circunstancia de forma total y absoluta. Cuando se ha terminado de escuchar, no se sabe si ha gustado más la canción por sí misma o por la magistral inclusión del clásico. Que no es otro, efectivamente, queridos pildoreros, que el clásico Your Song de Elton John. El sampleado del verso "and you can tell everybody" en el estribillo es, en mi opinión, de primera clase. 

Con él, el compositor Aloe Blacc ha conseguido en este 2014 el mayor hit de su carrera. The Man ha alcanzado el número uno en Gran Bretaña -al final, Elton es Elton, y si se le cuida, son muy agradecidos- y el Top 20 en casi todo el mundo, incluidos unos Estados Unidos tan escépticos a veces con los raperos que van más allá de meras comparsas de las divas (o no tan divas) soul. 

El clip también es muy recomendable, lleno de referencias al despertar juvenil y social de los años sesenta. A lo largo de él, Blacc se mete en escenas tan diversas como la violencia racial, las protestas contra la guerra de Vietnam o el mítico programa Soul Train. Por no mencionar sus transmutaciones en Malcolm X, Muhammad Ali o Stevie Wonder, entre otros. En definitiva, estamos ante un vídeo que es poco menos que el trailer de un remake de Forrest Gump o El Mayordomo: motivo suficiente para no perdérselo.

Y os dejo ya con esta magnífica canción. Ahora marcho al Vijazz: ya os contaré.  




Hasta la próxima. 

viernes, 27 de junio de 2014

The Happening, The Supremes, 1967


Tras la regia trascendencia de la Píldora anterior, pasemos el péndulo hacia el otro extremo. De hecho, hoy nos dirigimos a la parte más amable, domesticada y pop de los años sesenta. 

Antes de nada, ¿qué eran los happenings? Aunque es difícil de contestar en pocas palabras, podían resumirse en manifestaciones artísticas donde incluso podía participar el público, con una evidente carga de provocación. Por ello, fueron muy populares entre la cultura hippie de finales de los años sesenta. 

Hasta aquí, la realidad. Pero, ¿y para Hollywood?

Hollywood prefirió hacer lo mismo que la industria musical: coger la modernidad más puntera y adaptarla para todos los públicos, que al cabo se trataba de llenar las salas. Por eso cogieron al bueno de Anthony Quinn, al que le quedaba tan solo un año para convertirse en el inolvidable y revolucionario Papa Kiril en Las Sandalias del Pescador, y lo transformaron en un antiguo capo de la mafia secuestrado por cuatro inconscientes hippies ¡que buscaban aventura y montar uno de aquellos happenings!

La idea no podía ser más surrealista, pero sirvió para elaborar una intencionada comedia que dejó, además, todo un número uno de The Supremes, titulado como el film: The Happening. El tema se alejaba totalmente del registro soul del grupo -ya de por sí muy comercial- hasta el punto que si uno no las veía, se podía imaginar a la propia Sandie Shaw al micro de tan karinesca canción. 

Pero, las cosas como son, uno no puede evitar sonreír, chasquear los dedos o marcar el compás con los pies ante tanta ingenuidad musical. Por cierto, que tras tanto buen rollito estaba a punto de estallar la guerra civil entre el trío norteamericano. Diana Ross reclamaba para sí el liderazgo de la banda, y valga decir que lo consiguió por toda la línea. The Happening fue el último single firmado como The Supremes. El siguiente, Reflections, tendría ya una poco sutil modificación en el nombre del trío: Diana Ross & The Supremes

Al final, ya se sabe que los egos no entienden ni de hippies ni de happenings ni de la madre que parió al flower power.

PS: qué diferencia con el happening de los Pixies, ¿eh?




Hasta la próxima. 

jueves, 19 de junio de 2014

Rey Sol, Vetusta Morla, 2008


Diciembre de 1683, palacio de Versalles. El hijo de Luis XIV, rey de Francia por la Gracia de Dios y Rey Sol por la de sus ejércitos, había tenido descendencia por segunda vez. Versalles aún estaba casi recién estrenado como sede real -de hecho, el edificio aún no estaba terminado del todo- y el nacimiento del nuevo nieto real era todo un acontecimiento. Recibió el nombre de Felipe y el título de Duque de Anjou, uno de los más distinguididos del reino.

 Diecisiete años más tarde, en aquel mismo edificio que le vio nacer, Anjou fue proclamado rey de la monarquía hispánica, en virtud de las artimañas de su borbónico abuelo y de la última decisión de su tío abuelo, Carlos II, el llamado Hechizado y último, estéril y degenerado Austria. Bajo el título real de Felipe V, marchó hacia sus nuevos dominios, imbuido del espíritu que su abuelo Luis le había inculcado. Un espíritu -el del apócrifo pero versemblante "l'État c'est moi"- que pronto se traduciría en una forma de gobernar inusual al sur de los Pirineos.

 Damos otro salto en el tiempo. 1714. Ni sus parientes los Austrias, ni Inglaterra, ni algunos de sus súbditos peninsulares habían aceptado al nuevo monarca: unos por intereses dinásticos, otros por estrategia política, otros por miedo a la pérdida de los privilegios de su tierra. La guerra fue dura: finalmente, tras el abandono de los Habsburgo y de los ingleses, y la caída de Aragón y de Valencia, Cataluña se quedó sola ante el ya no tan nuevo monarca. Y dividida: la alta aristocracia estaba dispuesta mayoritariamente a acordar la rendición, a diferencia de parte de la baja nobleza y de la burguesía. Como siempre, en ambos bandos, el pueblo sería la carne de cañón, de forma más o menos convencida. Hay que decir, no obstante, que no hay nada como unos cañonazos sobre la casa de alguien para convencerle de quién es su enemigo en aquel momento. 

Hasta que el 11 de septiembre, Barcelona cayó ante los ejércitos combinados de Felipe y de su abuelo el Rey Sol. Éstos representaban la nueva forma de gobernar, el despotismo ilustrado. Que ilustrado lo sería más o menos según la ocasión, pero que déspota nunca dejó de serlo. La represión fue terrible, y muy siniestramente moderna. Con los años, se aflojó el nudo económico (al fin y al cabo, hay que estar bien con las élites locales) pero el político y cultural, no. Tampoco es que a la mayoría de gente de a pie le importara demasiado: en toda la península ibérica habrá que esperar al siglo XIX para que los sentimientos nacionales afloren entre las capas ricas y las ilustradas, y al XX entre todas las demás.

 Lo que no cambiaba era la dinastía reinante. Motines, revoluciones, dinastías extranjeras, repúblicas, guerras civiles y dictaduras parecían estar a punto de ponerle el definitivo punto y final... pero que nunca pasó de punto y seguido. Siempre volvían. Es verdad que hacia el final, terminó adaptándose a los nuevos tiempos. Y, mientras hubo dinero, incluso recibiendo el afecto popular. Este país es agradecido y lo perdona todo con la barriga llena.

 Nos acercamos al final: llegamos ya al presente. Hoy las barrigas no estan tan llenas y, por extensión, no se perdona ya todo, ni siquiera las campechanas borbonadas, que no son patrimonio exclusivo juancarlista como se pudiera pensar. Mientras que por doquier renacen republicanos ante los escándalos y el descrédito real, muchos descendientes de los derrotados en 1714 -entre los que hay también descendientes de los vencedores, esto es Cataluña- están dispuestos a recuperar su antigua condición de estado.

Por ironías del destino, exactamente 300 años después, el desafío lo tiene el siguiente Felipe de la regia lista. Con la diferencia de que tanto su presencia en el trono como su reinado sobre todos los territorios de la vieja monarquía hispánica ya no serán responsabilidad y quehacer de un Rey Sol. Lo serán -lo deberán ser- únicamente de la irresistible voluntad del pueblo. 

Sin ella, no será rey por mucha corona que ciña. 




 Hasta la próxima.

sábado, 31 de mayo de 2014

The Unknown Soldier, The Doors, 1968




Al bueno de Joaquín Sabina le gusta referir -no es el único- que su padre era militar franquista (o policía, que en el fondo da lo mismo) como forma de acentuar su rebeldía juvenil y remarcar su compromiso social. Bien, no digo que no esté en lo cierto, ni le quito mérito, pero enseguida os daréis cuenta que, sobre este particular, casi puede considerarse un aficionado.

De Jim Morrison se ha escrito todo, o casi todo. Y nadie duda que una parte de su polifacético carácter estaba totalmente en sintonía con los tiempos antibelicistas marcados por la generación del Vietnam en Estados Unidos. Sólo así puede entenderse una canción como The Unknown Soldier, la cual incluía en su mitad nada menos que la reproducción de un fusilamiento.

Lo que es menos conocido es que su padre era, precisamente militar. Y de muy alto rango. Concretamente, contraalmirante de la armada norteamericana. Pero hasta ahí, casi podría empatar con el cantautor jienense en cuanto a orígenes castrenses. Menos conocido es que George Stephen Morrison era el oficial norteamericano al mando de lo que se conoció como el "Incidente del Golfo de Tonkín": efectivamente, el papá de Jim estuvo en los hechos que se consideran el inicio formal de la Guerra del Vietnam. Ahí es nada.

Sabiendo esto, aún tiene mucho más mérito y significado el tema de hoy. Porque no sólo incluía la representación de un fusilamiento, es que en los directos el grupo se detenía a recrearlo, con Densmore haciendo el redoble de tambor, Krieger apuntando con su guitarra, Manzarek dando paso a los disparos y Morrison cayendo fulminado como mártir. El clip tampoco tenía desperdicio: además de ver a Morrison escupiendo sangre mientras caía, incluía imágenes de la Guerra del Vietnam, justo la que su padre había contribuido a desencadenar.

No me negaréis que Morrison no le echaba cojones. Tal vez, la cosa le venía de familia.    



Video clip




Y aquí una de sus performances




Hasta la próxima.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Shelter Song, Temples, 2012


Siempre he dicho que la buena música no entiende de décadas. Es verdad que hay momentos de mayor densidad de calidad que otros, pero siempre es posible encender la radio y encontrar algo como mínimo decente. Puede que hasta bueno. 

Es el caso del tema que os propongo hoy. Aunque en seguida veréis que la cosa tiene un poco de trampa. Porque aunque está editado en noviembre de 2012 y es completamente original, todo lo demás apunta a un viaje por la máquina del tiempo. A decir verdad, si uno no sabe nada de esta canción, podría pensar que fue compuesta y lanzada en plena movida psicodélica de los años sesenta. Si me hubieran dicho que Shelter Song se hizo en la primavera de 1967 y los Temples tuvieran ahora, en 2014, unos setenta años, me lo hubiera creído sin pestañear. 

Pero no, se trata de unos muchachos en la veintena, y cuya cortísima carrera como banda ha recibido los elogios de dos tipos como Noel Gallagher y Johnny Marr, el mítico guitarrista de los Smiths. Por lo tanto, la calidad, cuanto menos, se les debe de suponer. 

A mí me los presentaron musicalmente el año pasado unos amigos durante una cena. Y prometí traerlos a las Píldoras... aunque sin poner fecha, lo cual suele ser marca de la casa a estas alturas. Ahí se quedó todo, hasta que el otro día, haciendo zig zag en el dial de la radio esquivando (con poco éxito) radioestadios varios, crónicas futboleras y demás delicatessen de las ondas, me los encontré de repente. Y me quedé a escucharlos, recordando aquella vieja recomendación y promesa de un año atrás. 

De nuevo me encantó aquel espíritu caleidoscópico de Shelter Song, del que tan solo encontré una pega durante la audición: la estaban pinchando en mitad del Carrusel Deportivo. 

Desde luego, qué dificil es encontrar un momento perfecto. 




Hasta la próxima. 

jueves, 15 de mayo de 2014

Diva, Dana International, 1998


Supongo que, a estas alturas, tras varios días, ya estaréis más que al corriente de la vitoria austriaca en Eurovisión. Y digo a estas alturas porque si bien antes el festival se seguía en directo mayoritariamente, la pérdida de interés de los últimos años se  ha hecho evidente. Tal vez eso sea lo que explique algo tan sorprendente como esto que ha pasado con la tal Conchita Wurst. 

A ver, no es que un señor vestido y maquillado de mujer -o una señora con barba, lo que prefiráis- no puedan ganar Eurovisión. Desde luego que no es eso. Puestos a ver cosas raras, aún recuerdo a unos finlandeses (los sabemos porque se presentaban por ese civilizado país) caracterizados como orcos o bichos por el estilo y que se marcaron la victoria en 2006

La cosa deja de tener tanta gracia desde el momento en el que las canciones que interpretan estos bien puntuados artistas no muestran una calidad que justifique el triunfo. Y cuando uno llega a esta conclusión, al final determina que Eurovisión, más allá ya de las recurrentes sospechas en el otorgamiento de los votos, premia la excentricidad. O, directamente, el frikismo. Ahí estuvo el bueno de Chikilicuatre sacándole los colores al festival... desde el momento en el que fue lo suficientemente votado como para estar muy por encima de la mayoría de artistas españoles enviados durante las tres últimas décadas. 

Pero insisto, nada tiene que ver la cosa con la condición sexual de la señorita Wurst (apellido artístico que, en alemán, quiere decir "salchicha", añado). Ahí está, si no, la protagonista de hoy para certificarlo. Dana International era una transexual que se presentó -sorprendentemente- por Israel en 1998. Y con un temazo disco como la copa de un pino y que, desde luego, ganó y triunfó más allá del escenario, situado en Birmingham aquel año. 

Y es cierto que al principio se habló más de lo que era la cantante israelí que de la propia canción. Pero no es menos cierto que, en cuanto todo el mundo escuchó Diva, lo demás pasó a un segundo plano. 

Que es como debería ser, pero no como ha acabado siendo de nuevo esta vez (y si no me creéis, anda, a ver si os acordáis de lo que cantaban los orcos finlandeses aquellos). Eso sí, el año que viene no me pierdo el festival: puede ser la cosa para nota.




Hasta la próxima. 


miércoles, 30 de abril de 2014

Let's Spend The Night Together, The Rolling Stones, 1967


Los Rolling Stones han pasado a la historia del rock como la antítesis "maléfica" de los Beatles. Lo cual es simplificar mucho. La realidad era mucho más prosaica: ni las canciones ni las actitudes de éstos últimos eran tan inocentes, ni los Stones eran unos depravados a la guitarra cuyas únicas intenciones eran hacer caer a la juventud hacia el lado oscuro de la Fuerza.

Sin embargo, es cierto que parte de la gracia de los muchachos de ese hombre de negocios llamado Mick Jagger ha sido ponerle algo más de especias a sus discos, especialmente cuando aún las radios y las televisiones preferían la música un poco más sosa. Hoy nos puede parecer todo aquello casi inocente, pero temas como el que tenéis delante se las tuvieron que ver con la censura. 

Y eso que Let's Spend The Night Together estaba ya dentro de un período donde los Rolling Stones habían abandonado -momentáneamente- la parte más áspera de su sonido para internarse en la psicodelia. Aquí, la potencia ya no estaba en las guitarras machaconas a lo Satisfaction, si no en una base rítmica que pasaba por los oídos como una apisonadora, reforzada con un piano y un órgano a punto de echar humo.    

Por supuesto, esto no era lo peor en los cada vez menos inocentes oídos, musicalmente hablando, de 1967. Lo que escandalizaba era que se trataba de una letra en la que se describía (entre nosotros, tampoco tan explícitamente) un encuentro sexual de esos de aquí te pillo y aquí te mato. Y todo el mundo sabe que entonces los niños aún venían de París y los traía una cigüeña con gorra de cartero, así que esas cochinadas sólo podían ser cosa de gente de mal vivir como los rockeros y los drogadictos. O los que eran ambas cosas a la vez. 

Así pues, no era de extrañar que en Estados Unidos -donde la cigüeña aún debe de seguir repartiendo a los niños por lo que se ve en la mayoría de sus pelis incluso de hoy en día- se prefiriese promocionar a la otra canción que acompañaba al single de Let's Spend The Night Together: la no menos brillante -pero sí más apta para todos los oídos- Ruby Tuesday

Una muestra de como la Norteamérica oficial veía esta canción, se dio cuando el presentador Ed Sullivan llamó al grupo por enésima vez a su célebre programa (y eso que se había prometido no hacerlo tras su primera intervención) pero se negó a que la tocaran. Al final, se llegó a un compromiso cambiando la letra en directo por la mucho más casta y meapilas "Let's Spend Some Time Together" ("Vamos a pasar algún tiempo juntos"), pero a cambio, el grupo se vengó saliendo al escenario vestidos de soldados nazis con esvásticas y todo, ahí, a lo bestia. El pollo fue considerable, y aunque al final cedieron quitándose los uniformes, un cabreadísimo Sullivan volvió a prometerse que no pisarían nunca más su programa. 

Naturalmente, otra vez más, no cumpliría su promesa y allí estarían de nuevo en 1969. Porque, al final, los niños los traerán las cigüeñas, pero business is business


Versión original


Versión meapilas en el Ed Sullivan Show


Letra de la Píldora. (¿A que no hay para tanto?)

Hasta la próxima. 

jueves, 24 de abril de 2014

The Happening, Pixies, 1990


Que Bossanova es para quien escribe el mejor álbum de los Pixies, profetas del grunge en general y guías espirituales de Kurt Cobain en particular, creo que ya lo he dicho por alguna parte. Y que lo mejor de aquel disco no son sus dos singles -Velouria y Dig For Fire- aún siendo buenas canciones, puede que también. 

De hecho, la Píldora de hoy es la segunda canción que aporto al blog procedente de Bossanova, junto a su memorable intro, Cecilia Ann. Al igual que esta última, tampoco acabó siendo sencillo... o casi, porque en realidad una parte de ella sí que terminó como cara B de, precisamente, Velouria

Y es que The Happening es una canción que, aún estando dentro de los cánones más ortodoxos del sonido de la banda de Boston, es algo extraña. Mientras que su primera mitad alterna lo más bestiajo de Black Francis con coros casi ensoñadores, la segunda mitad acaba con éstos últimos como protagonistas exclusivos.  Tal era el contraste, que esta segunda mitad -siguiendo la mejor tradición del See Me, Feel Me de los Who- acabó teniendo vida y hasta título propio (The Thing) y consiguió colarse en el reverso de Velouria

Por cierto, si os gusta el rollo de los ovnis, esta es vuestra canción. El álbum Bossanova recurrió de manera notable a esta temática, pero en ningún momento tanto como en The Happening. Y para un servidor, que sin llegar al frikismo declarado -vamos, creo yo- se chupó todo Expediente X y aún hoy no se está de ver al bueno de Íker Jiménez cada vez que tiene ocasión, pues hombre, el tema de hoy tiene su gracia. 

Y, además, sueña de coña. 





Hasta la próxima.

martes, 15 de abril de 2014

La Caza, Juan y Júnior, 1967


A ver: no es que haya sido ni lejanamente el santo de mi devoción musical, pero es indiscutible que este tipo ha formado parte de la historia del pop español de manera absolutamente central. Así que, qué menos que dedicar unas breves líneas a la noticia luctuosa del día: el fallecimiento de Antonio Morales, ese Júnior que, para su desgracia final, ha aparecido hoy descrito en más de un lugar como "el viudo de Rocío Dúrcal". Hay que joderse, hacer lo que se hace para acabar como "consorte de", así, como un Duque de Edimburgo cualquiera. 

Y es que alguien que nace en las Filipinas ocupadas por los japoneses (aquellas en las que el célebre matón de MacArthur prometió y cumplió que volvería) ya tiene como poco algo que contar. En su caso, lo que acabaría contando fue el participar en el epicentro de la naciente escena rock española de los años sesenta. 

Y qué epicentro: estuvo en Los Pekenikes, seguramente la mejor banda instrumental que hayan tenido las listas de éxitos de este país. De ahí saltó, sustituido por el que en muy breve sería su alter ego, Juan Pardo, a Los Brincos, algo así como los Beatles autóctonos del momento. Allí ya coincidiría con Pardo... y con él se marcharía en 1967 para fundar un dúo que, en apenas dos años y seis singles, llegaría a ser tan recordado como los propios Brincos. 

La Caza fue, precisamente, su debut como pareja musical. Con un pop amable e intrascendente, pero casi perfecto, muy bien trabajado, se alzaría hasta el número uno en mayo de aquel mismo año, compitiendo -y venciendo- a sus antiguos compañeros, que, a pesar de todo, se mantendrían también entre los primeros puestos de las listas. 

Sin más, aquí os quedáis con este modesto, pero merecido homenaje al bueno de Júnior, el que tal vez estuvo mucho tiempo a la sombra de Rocío Dúrcal, de Juan Pardo, incluso, pero que, desde luego... estuvo. 




Hasta la próxima.