jueves, 25 de febrero de 2010

Purple Rain, Prince & The Revolution, 1984


Canción histórica donde las haya, la Píldora de hoy trascendió con mucho a la década de los ochenta. Y, de paso, acabó consagrando definitivamente a su autor, Prince (entonces aún firmaba así), como una de las superestrellas del firmamento pop y rock mundial.

Ahora hace algún tiempo que sus apariciones en los grandes medios son más espaciadas -a pesar de que sigue haciendo conciertos multitudinarios y lanzando álbumes de éxito-; sin embargo, durante los años ochenta y buena parte de los noventa, Prince había sido tan famoso como Michael Jackson. No en vano, en este afán tan morboso de montar piques, era lugar común entre muchos "ser de Prins o de Maicol". Más o menos era como ser del Barça o del Madrid, pero con más caché, en plan cultural.

De hecho, la trayectoria vital de ambos no podía ser más diferente. Mientras que Jackson procedía de una familia donde el padre utilizó a todos sus hijos para ganar (mucho) dinero a través de la fábrica de éxitos Motown, Prince era hijo de un pianista y compositor y de una cantante de jazz. Si bien hizo danza, lo suyo eran los instrumentos: empezó tocando el piano y la guitarra, y ya en los créditos de uno de sus primeros álbumes declaraba haber hecho servir los 27 instrumentos utilizados en las grabaciones. Además, componía casi todo su material.

Sí que tenían algo más en común los dos genios en lo que respecta a sus excentricidades. Aunque nunca llegó al extremo megalomaníaco de Jackson y de su Neverland, Prince llegó incluso a modificar en plena fama su nombre artístico, lo cual no hubiera sido un problema si no fuera porque lo sustituyó por un... símbolo impronunciable. ¿Ya no os acordáis de como los DJ's radiofónicos tenían que usar aquella forma horrorosa de llamarlo que era "el artista anteriormente conocido como Prince"? Asimismo, hace unos años se hizo testigo de Jehová. Pues bien, en cierta ocasión definió esta condición religiosa como "ser Morfeo y Neo en Matrix".

Quisiera entender que la anterior afirmación no suponía que, en vez de picar a tu puerta, te la echaba abajo. Pero mientras reflexiono al respecto, os dejo con esta espectacular canción, que sigue haciendo enmudecer al personal un cuarto de siglo después.




Hasta la próxima

PD: 21/04/2016. Menudo año llevamos. Descanse en paz el genio. Otro más. 

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