"Queréis la fama, pero la fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar. Con sudor." Estas palabras abrían el que para quien escribe, a sus nueve o diez años, suponía uno de los momentos más aburridos de la semana. Así como suena. Y es que entre que era domingo por la tarde -tiempo de descuento para la vuelta al cole del día siguiente- y que a menos que uno sea Billy Elliot a esa edad se está más por conquistar castillos y jugar a batallas que por hacer coreografías, pues el tostón estaba servido.
Con todo, era una de las series favoritas de mi madre, así que no había más tu tía. O te quedabas a ver gente dando tumbos arriba y abajo en la tele (sólo había una por casa) o te ibas a tu habitación a leer algo o a asediar castillos. Como adivinaréis, lo segundo sucedía más o menos el 100% de las veces.
Era tan poco lo que me gustaba aquella serie, que su sintonía de entrada llegué a tenerla cruzada durante bastante tiempo. Sin embargo, los seres humanos crecemos, y aunque nunca me dio por liarme al swinging -todavía hoy me considero un pésimo bailarín independientemente del número de cubatas ingerido- llegué a rehabilitar la que en realidad es una fantástica canción.
Con ella, Irene Cara saltó a la fama, a la vez que interpretaba en el film del mismo nombre (que precedió en tres años a la serie) el papel de Coco Hernández. El tema alcanzó el número uno en varios países incluyendo Estados Unidos y Gran Bretaña, y rápidamente se convirtió en uno de los más populares de la naciente década de los ochenta.
Aunque, por entonces, ya digo, estaba mucho más interesado en liar a hostias a mis Ayrgam Boys (ver combatir hombro con hombro a un legionario romano y a un jugador de la selección española era de nota) contra los Coman Boys confederados. En fin, cosas de la edad.
Hasta la próxima.
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