domingo, 25 de julio de 2010

White Rabbit, Jefferson Airplane, 1967


Que últimamente se lee mucho, es completamente cierto, sobre todo, en verano. Que, además, se lee bien, es algo más discutible. En mi opinión, creo que sí, ya que aunque el grueso de libros sean de calidad literaria dudosa, siempre será mucho más enriquecedor leerlos que ponerse a ver al tipo ese del Jorge Javier y su coro de cotorras semianalfabetas.

Sin embargo, como digo, no creo que el grueso de lo que se lee sea de gran calidad literaria. Y no es porque hoy se escriba peor que antes, si no porque las armas publicitarias de las grandes editoriales son más poderosas que nunca. Y, por una lógica desconocida, parece ser más rentable colocar libros sobre vampirillos o conspiraciones secretísimas, que hacerlos sobre historias algo más profundas.

Posiblemente, la clave esté en que se considera que las obras de mayor calidad son más difíciles de leer, lo cual las haría poco atractivas para un público en general al que se consideraría de un grado de estupidez bastante considerable, si lo que digo es cierto. No obstante, un argumento así pasaría por alto un hecho: existen numerosísimas obras maestras facilísimas de leer, y con mucho más gancho real que los pánfilos chupasangres de moda, por citar un caso recurrente. Un ejemplo, que a muchos les sorprenderá (y no entendería porqué, ya que todo el mundo afirma haberlo leído, como haber visto los documentales de la 2): Don Quijote de la Mancha. Más ameno, rico en matices y, desde luego, divertido, imposible.

Uno de estos libros, excelentes y que enganchan sobremanera es Alicia en el País de las Maravillas. Si bien siempre se nos mostró como un libro infantil, nada hay más lejos de la realidad. Tirad -metafóricamente hablando, por supuesto- vuestros cuentos que resumían la historia, dejad de lado la película de Disney, y leed el libro de verdad. Entre otras cosas, es uno de los mayores relatos sobre efectos alucinógenos que se han escrito jamás.

No es de extrañar, pues, que, en plena efervescencia psicodélica de los sesenta, dicho libro -escrito un siglo atrás- fuera rescatado como algo más que una mera historia infantil. Y no es de extrañar que, precisamente en 1967, protagonizara uno de los mayores clásicos de la música rock, entonces inmersa en una óla de ácido lisérgico sin precedentes. Me encataría saber si, dentro de unos años, los vampirillos protagonizan alguna canción con el mismo significado que aquella dedicada a una "inofensiva" novela escrita en 1865.

Jefferson Airplane – White Rabbit (por Spotify)



Letra de la Píldora.

Hasta la próxima.

2 comentarios:

  1. No hay que ser tan exagerado, qué manía les has pillado a los vampirillos cuando ni siquiera los has visto... Además, Saramago, por ejemplo, no es fácil de leer y siempre es superventas.

    Por otra parte, la voz de esta simpática moza me ha recordado a la de Dolores, la cantante de Cranberries (aunque cronológicamente debiera ser lo contrario).

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  2. Bueno... también es verdad que creo que Saramago es un poco como los documentales de la segunda cadena, en cierto modo. En su caso, vende mucho, pero creo que hay más estantes eruditos de Saramago, que personas al tanto de sus letras...

    Sí que se parecen sus voces, sí, aunque la O'Riordan puede ser perfectamente la hija de de la Slick...

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