martes, 6 de julio de 2010

La murga los currelantes, Carlos Cano, 1976


"Manuel, con el cacique que vas a hacer, pues le vamos a dar con el tran, traca, tran, pico pala, chimpun y a currelar, para pa para pa para pa pa paf". No, no me he vuelto majara, sencillamente reproduzco uno de los pasajes más memorables de una canción que escuchaba en casa desde muy pequeño, y que al principio me hacía gracia por su tono carnavalero, y después por su (buena) mala leche.

En casa, para mis padres, currelantes de pro, Carlos Cano era uno de los cantautores preferidos. Andaluz como ellos, y bien rojeras -pero no de los de diseño precisamente- y con querencia por la copla, sus temas se hicieron desde mi infancia muy sencillos de escuchar en el seno familiar. Uno de ellos, posiblemente de los favoritos por parte de todos, era esta La murga los currelantes, un tema cuyo espíritu festivo acompañaba a un mensaje donde se reivindicaba que había llegado el momento de los trabajadores, tras cuarenta años de franquismo.

Debo decir que esta canción me viene de perlas para lo que voy a explicar. Hace bastantes años, un servidor trabajó en el Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Barcelona. Puedo decir sin miedo a exagerar que, una década atrás, que la institución era bastante modélica en cuanto a eficiencia, buen ambiente de trabajo y remuneraciones acordes con las responsabilidades. Para mí, que poco antes había acabado mi periplo universitario, no podía ser mejor destino.

Sin embargo, en cierto momento, bajo el loable -las cosas como son- esfuerzo de mejorar aún más la gestión hacia fórmulas más empresariales, el invento comenzó a torcerse. A joderse, diría yo. Y no por la idea en sí de cambio -no creo en el no meneallo- sinó por la impericia con la que se llevó a cabo. Algunos caímos entonces, pero todavía se estaba a tiempo de enderezar el tinglado.

Lejos de eso, se siguió insistiendo en gestores externos que no entendían demasiado a la institución y en promocionar, a la vez, a algunos internos que sí que la entendían... pero no tenían, en buena parte, ni puñetera idea de gestionar nada más allá de un lápiz y un sacapuntas. Todo un triunfo de las Juntas de gobierno, si se me permite la ironía. Porque uno puede ser un buen sargento, pero un pésimo general. Y más pésimo todavía, si cree que es bueno. Con los años, la cosa se deterioró más y más hasta llegar al extremo de echar a gente por incapacidad de tomar otras medidas con dos dedos de frente. El último capítulo fue un reciente ERE a 11 ex compañeros más. Pues bien, ha sido denegado por magistratura. Y con un par.

Ahora, lo suyo, serían las cabezas de aquellos que intentaron el ERE. Y no por venganza, sinó por sentido común: va en juego la supervivencia digna de la institución, nada asegurada mientras esos tipos sigan ahí.

Carlos Cano – La Murga Los Currelantes (por Spotify)



Letra de la Píldora.

Hasta la próxima.

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