viernes, 21 de octubre de 2011

Peace Train, Cat Stevens, 1971


Ayer hubiera tocado hacer una pequeña reseña sobre lo que es la gran noticia política de los últimos años, más allá de los choques entre formaciones o de la maltrecha política económica: el final de ETA. Pero no tenía demasiado tiempo y subí un post que tenía preparado de antemano. Pero hoy sí que me detendré un momento en el tema.

Tal vez la escasez de atentados de los últimos tiempos han motivado que muchos, especialmente los más jóvenes, no acaben de valorar el alcance de lo que pasó ayer. Pero los demás -no lo dudo en absoluto-, sí.

Cuando era niño, a finales de los setenta y principios de los ochenta, las noticias sobre atentados de ETA eran tan frecuentes que tan sólo eran una más dentro de los telediarios y los periódicos. Normalmente afectaban a políticos, militares o policías, y para los que vivíamos fuera del País Vasco se habían convertido en una triste realidad más, poco menos que cotidiana.

Todo empezó a cambiar tras los brutales atentados de Zaragoza e Hipercor en 1987 -como dato personal, mi padre comenzaba su trabajo justo delante cada mañana, así que imagináos su impresión al saberlo- y de Vic, en 1991. Las víctimas ya no eran sólo fuerzas del orden o políticos, si no ciudadanos sin ninguna clase de implicación en la lucha antiterrorista. Aquello terminó de separar definitivamente a los pocos que quedaban justificando a los terroristas como luchadores revolucionarios. Simple y llanamente, se vio que eran asesinos sin escrúpulos.

La siguiente vuelta de rosca fue el secuestro y el asesinato a sangre fría de Miguel Ángel Blanco en 1997. La salida del país a la calle denunciando aquella salvajada fue la sentencia de muerte para ETA. Desde entonces, su carrera fue imparablemente hacia abajo, hacia su final inexorable, que aceleraron con disparates locos como el asesinato de Ernest Lluch. Una coda larguísima que tuvo su punto y final ayer, por más que ciertos elementos ultras se empeñen en afirmar que la banda aún no se ha rendido: la prueba irrevocable de que los extremos se necesitan.

ETA, con todos los matices que se quieran, se ha acabado, y cualquiera que pretenda lo contrario o es un ciego o es algo mucho peor. Un enemigo de la democracia. Ahora toca celebrarlo y trabajar por un futuro normal en Euskadi, adopte la forma que adopte.

 

PS: Peace Train es una bellísima canción que supuso el primer Top 10 importante de Cat Stevens en 1971. Es un alegato tremendo por la paz, pero con un buen rollo fuera de lo común, sin pizca de mala leche. De hecho, os recomiendo echar un vistazo a la letra: casi parecía hecha para la ocasión de ayer.



Letra de la Píldora.

Hasta la próxima.

4 comentarios:

  1. Muy buen texto Javi , lo comparto totalmente, ETA pasó de ser un problema de " ellos" a ser un problema nuestro a partir de hipercor. El tema de Cat stevens sinceramente no lo conocia.

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  2. Gracias, Fernando. La verdad es que me apetecía dejar constancia de mi punto de vista, nada más, bajo el pretexto de una canción. Para mí, ésta, junto a Wild World y Morning Has Broken, son las grandes canciones de Stevens. Bueno, y Matthew and Son, The First Cut Is The Deepest, Moonshadow... ¿Qué le debió pasar a este hombre para dejarlo todo por el Corán?

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  3. Buen cantante y excelente compositor, pero aún lo recuerdo quemando sus discos ya convertido al Islam . daba rabia y pena

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  4. Cierto, una imagen triste, como cuando se sumó a la condena a Rushdie. Y sin embargo, no hace tanto regrabó algunos hits suyos en plan segunda carrera.

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