Hace 31 años, más o menos por estas fechas, se publicaba la que para muchos es una de las grandes canciones de la historia del rock. Con ella, The Clash, un grupo punk de primera generación de éxito más o menos discreto, conseguía convertirse en el sucesor natural de los ya por entonces extintos Sex Pistols.
Y no era para menos. A finales de 1979, el punk estaba ya en las últimas como fenómeno musical de primera línea. Otros sonidos se iban imponiendo, y las propias actitudes y estéticas punks estaban siendo adoptadas cada vez más como un mero reclamo de artistas más comerciales. En cierto modo, la industria musical estaba terminando con el espíritu del no-future, sustituyéndolo por otro con un futuro... mucho más cargado de billetes de banco.
En estas tesituras se publicó London Calling, un doble LP que marcaría un antes y un después en la música rock. En él, The Clash seguían adoptando un sonido claramente punk, pero introduciendo ese característico ritmo reggae que sería la marca de la casa en los años siguientes. No obstante, aunque el sonido era ciertamente menos afilado, todo ello quedaba compensado con sus letras absolutamente demoledoras.
Si los Sex Pistols habían hecho del nihilismo su bandera, The Clash asumieron el camino exactamente inverso. Lo suyo era el no dejar títere con cabeza, con mensajes claramente combativos y sin ascos por lo político. Y dentro de aquel London Calling, el tema homónimo era la quintaesencia de todo lo anterior: repasaba accidentes nucleares, disturbios, la falta de ideas en lo musical... un panorama cuasi apocalíptico que volvió a remover el mundo del punk como no había pasado desde la aparición de Sid Vicious y compañía.
Curiosamente, la canción nunca llegó a ser un superventas. En su primera edición, en 1979, alcanzó el puesto número 11 en Gran Bretaña, pero ni tan siquiera entró en listas en los Estados Unidos. Y, de hecho, aquél fue su mejor resultado. Dos reediciones posteriores, cuando ya se había convertido en todo un clásico, obtuvo resultados peores. Entonces, ¿cómo llegó a convertirse en el referente que sería, y además tan conocido? Francamente, la respuesta escapa a este modesto blog, pero estas son las cosas que hacen a uno creer en las grandes virtudes de la música rock.
Y no era para menos. A finales de 1979, el punk estaba ya en las últimas como fenómeno musical de primera línea. Otros sonidos se iban imponiendo, y las propias actitudes y estéticas punks estaban siendo adoptadas cada vez más como un mero reclamo de artistas más comerciales. En cierto modo, la industria musical estaba terminando con el espíritu del no-future, sustituyéndolo por otro con un futuro... mucho más cargado de billetes de banco.
En estas tesituras se publicó London Calling, un doble LP que marcaría un antes y un después en la música rock. En él, The Clash seguían adoptando un sonido claramente punk, pero introduciendo ese característico ritmo reggae que sería la marca de la casa en los años siguientes. No obstante, aunque el sonido era ciertamente menos afilado, todo ello quedaba compensado con sus letras absolutamente demoledoras.
Si los Sex Pistols habían hecho del nihilismo su bandera, The Clash asumieron el camino exactamente inverso. Lo suyo era el no dejar títere con cabeza, con mensajes claramente combativos y sin ascos por lo político. Y dentro de aquel London Calling, el tema homónimo era la quintaesencia de todo lo anterior: repasaba accidentes nucleares, disturbios, la falta de ideas en lo musical... un panorama cuasi apocalíptico que volvió a remover el mundo del punk como no había pasado desde la aparición de Sid Vicious y compañía.
Curiosamente, la canción nunca llegó a ser un superventas. En su primera edición, en 1979, alcanzó el puesto número 11 en Gran Bretaña, pero ni tan siquiera entró en listas en los Estados Unidos. Y, de hecho, aquél fue su mejor resultado. Dos reediciones posteriores, cuando ya se había convertido en todo un clásico, obtuvo resultados peores. Entonces, ¿cómo llegó a convertirse en el referente que sería, y además tan conocido? Francamente, la respuesta escapa a este modesto blog, pero estas son las cosas que hacen a uno creer en las grandes virtudes de la música rock.
The Clash – London Calling (por Spotify)
Letra de la Píldora.
Hasta la próxima.
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