Como suele suceder con la mayoría de los que avanzamos por la treintena, las visitas alto-nocturnas a la disco se convierten en cada vez más una rara avis. De la norma sólo se salen, lógicamente, solteros de caza e inadaptados varios y, a día de hoy, puedo desmarcarme claramente de ambos grupos.
Consecuencia de lo anterior: un desaprendizaje progresivo del saber estar (ya no digamos a gusto) en lugares donde sólo diez años atrás entraba al paso alegre de la marcha... De hecho, lo que se dice saber estar, nunca supe estar del todo -los muy citados momentos de air guitar en este blog ya os habrán puesto sobre aviso al respecto-, pero es que ahora, como no pongan algo decente cada quince o veinte minutos como mínimo, mi actitud en la pista se parece bastante a la de un mueble de estilo Luis XVI: antiguo y exactamente con la misma movilidad cinturera.
Y en estas estaba no hace muchas semanas, en una improvisada salida nocturna. Contra todo pronóstico, a la copa de rigor tras la cena, salió un espontáneo grito de esos de "¿por qué no vamos a la disco?", y a mí, que me puede siempre el ojo al estómago (en este caso, a los pies), se me ocurrió responder con un lacónico "pues vale", lo que provocó el consabido efecto en cadena en toda mesa aprovisionada de cubateo variado.
Una hora más tarde estaba ya pensando en qué lugar de la pista quedaría mejor una auténtica mesa de estilo francés de finales del XVIII, encajando toda una batería de temas (por llamarlos de alguna forma) que el DJ estaba poniendo para deleite del personal mayoritario y simultáneo martirio de algunos inadaptados como el que suscribe.
De repente -creo que se equivocó-, pinchó Heart of Glass, el tema que traemos hoy a las Píldoras, con el que me vinieron de golpe las fiestas en la pista del Music Box de Barcelona quince castañas atrás. Así que, como por arte de magia, los pies comenzaron a moverse y a transmitir dicho movimiento al resto de la masa corporal. Los kilos ganados a pulso durante años (cosas que tiene el remo, nada que ver con los chuletones o las patatas bravas, por supuestísimo) desaparecieron como por arte de magia. Lástima que al final fue poco más de un espejismo: el DJ, apercibido de su error, volvió a poner aquella cosa chunta-chunta de antes y servidor siguió mirando dónde quedaría mejor el mobiliario antiguo.
Consecuencia de lo anterior: un desaprendizaje progresivo del saber estar (ya no digamos a gusto) en lugares donde sólo diez años atrás entraba al paso alegre de la marcha... De hecho, lo que se dice saber estar, nunca supe estar del todo -los muy citados momentos de air guitar en este blog ya os habrán puesto sobre aviso al respecto-, pero es que ahora, como no pongan algo decente cada quince o veinte minutos como mínimo, mi actitud en la pista se parece bastante a la de un mueble de estilo Luis XVI: antiguo y exactamente con la misma movilidad cinturera.
Y en estas estaba no hace muchas semanas, en una improvisada salida nocturna. Contra todo pronóstico, a la copa de rigor tras la cena, salió un espontáneo grito de esos de "¿por qué no vamos a la disco?", y a mí, que me puede siempre el ojo al estómago (en este caso, a los pies), se me ocurrió responder con un lacónico "pues vale", lo que provocó el consabido efecto en cadena en toda mesa aprovisionada de cubateo variado.
Una hora más tarde estaba ya pensando en qué lugar de la pista quedaría mejor una auténtica mesa de estilo francés de finales del XVIII, encajando toda una batería de temas (por llamarlos de alguna forma) que el DJ estaba poniendo para deleite del personal mayoritario y simultáneo martirio de algunos inadaptados como el que suscribe.
De repente -creo que se equivocó-, pinchó Heart of Glass, el tema que traemos hoy a las Píldoras, con el que me vinieron de golpe las fiestas en la pista del Music Box de Barcelona quince castañas atrás. Así que, como por arte de magia, los pies comenzaron a moverse y a transmitir dicho movimiento al resto de la masa corporal. Los kilos ganados a pulso durante años (cosas que tiene el remo, nada que ver con los chuletones o las patatas bravas, por supuestísimo) desaparecieron como por arte de magia. Lástima que al final fue poco más de un espejismo: el DJ, apercibido de su error, volvió a poner aquella cosa chunta-chunta de antes y servidor siguió mirando dónde quedaría mejor el mobiliario antiguo.
Blondie – Heart Of Glass (por Spotify)
PS: ah sí, se me olvidaba algo sobre el tema, je, je, je. Heart of Glass estaba incluido en el excelente álbum de Blondie Parallel Lines. Recién estrenado 1979, se lanzó como single de apoyo del LP, y el resultado fue arrollador: número uno a ambos lados del Atlántico. Por cierto, si queréis saber qué aspecto tenía la mítica disco Studio 54 de Nueva York en su época de mayor esplendor, no os perdáis el vídeo. Ni a la rubiaza de la Harris, a quien pueda interesar mi consejo...
Letra de la Píldora.
Hasta la próxima.
Es que si quieres oír música de calidad en una disco deben pinchar algo de la época dorada de esa música. O eso o te tienes que poner tapones en los oídos (estilo barroco siglo XVII).
ResponderEliminarComo bien sabe Vuesa Merced, servidor tampoco ha sido nunca un afecto a semejantes establicimientos. Todavía resuena en algún garito de Sant Feliu, de cuyo nombre no quiero acordarme, aquel exabrupto que hice nada más entrar (algo así como "esto es una mierda música"). Eran los inicios del bakalao, el diablo tenga en su seno al hideputa que lo inventó.
Hasta tal punto llega mi fobia que hace unos meses, acompañaba yo a una señorita a las rebajas a comprarse unos vaqueros y tuve que salirme del puñetero Berska de Paseo de Gracia, donde tienen la excelente idea de poner hilo musical (sic). Eso sí, fue después de probarse la ropa y de pedir sabio consejo a mi persona. Hay cosas que uno no debe perderse.
Vaya, vaya! Dos cosas: la primera, es que te refrescaré la memoria del garito quie dices. Era Casino, y tuvo que ser hacia COU, aproximadamente. Recuerdo -y no soy el único- dicho exabrupto, pero para tu información, debes saber que tu mera presencia allí supuso todo un acontecimiento, que Mercè recordará sin duda alguna... y comparto plenamente tu deseo de localización del, no ya hideputa, sinó hidelagranputa mencionado.
ResponderEliminarLa segunda cosa es advertirte que acabas de caer en la misma red telepática del Maestro Ciruela. Parece que hayas estado leyendo el texto que había dejado preparado esta mañana para más tarde... tan sólo que, en mi caso, la música fue mucho mejor, como advertirás.
Ah, para acabar: no tengo ni idea de cuales eran tus intenciones con la señorita, pero vaya un briconsejo: en ocasiones, dependiendo de la motivación que haya, hay que saber aguantar por más dura que sea la prueba. La próxima vez, si crees que te ha de servir para algo, aprieta los dientes, soporta el chunta chunta, pon tu mejor cara y, sobre todo, di: "te queda fantástico". En el 100% de los casos en que te veas en esas.
Hola! Sí recuerdo vagamente el revuelo que supuso que Juanjo se dignara a aparecer en alguna fiesta... Adolescentes!! :P Pero creo que fue en Amnesia. A mí me pareció una cosa normal pero sí que en ciertos círculos causó revuelo.
ResponderEliminarHace poco estuve en Tijuana (ahora es una nave industrial...) y me lo pasé muy muy bien. La situación fue parecida: cena de antiguos alumnos (tras la cual algunos abandonaron el barco), copa hasta que cerraron un local (después la mayoría abandonaron el barco), algunos jóvenes empedernidos siguieron la buena onda (estaba yo? Claro!). Hacía siglos que no había pisado una discoteca y fue, como cuando me volví a comprar la moto, reencontrarme con momentos muy chulos. La verdad es que la música era muy de nuestra época amenizada con música del momento de rigor tipo "single ladies" o Rihanna... Pero qué penosillo es hacerse mayor!! Pusieron Sufre mamón y casi los únicos que nos la sabíamos de principio a fin éramos los mi clase!! jajaja Good times!!
Hum, Amnesia... es posible, pues la mayoría de fiestas de COU ya se hicieron allá, pero con todo, recuerdo alguna en Casino (ya de las últimas, sinó la última) y le hago allá...
ResponderEliminarRealmente, la escena paulatina deserción que cuentas es más que significativa de toda una generación a fecha de 2010!!! Lástima que hubiera acabado en el actual Tijuana... si ahora te pareció guay, tendrías que haberlo visto en su Edad de Oro allá en la calle de la Miranda, o incluso en sus inicios cerca de la plaza Campfaso... ¡eso era un garito para pasarlo bien, bien, bien!
En todo caso, llévalo con dignidad y bien alto: "Io sono il capone della Mafia... io sono il figlio della mia mamma..." ¡Ja, ja, ja!