sábado, 19 de noviembre de 2011

The Man Who Sold The World, David Bowie, 1970


Bien, como casi es ya habitual antes de unas elecciones, vengo a soltar el rollo preceptivo para animaros a todas y todos a votar. Y, como siempre, a quién queráis, aunque en esta ocasión creo que es más que conveniente pensárselo muy muy bien. 

Imagino que habréis visto los golpes de estado encubiertos de Grecia e Italia. Imagino que habréis visto como los gobiernos de derechas no tienen más éxito que los de izquierdas en la salida de este follón en el que cuatro o cuarenta hijos de puta nos han metido, bajo los sellos Goldman Sachs, Moody's y demás apelativos que son la versión moderna de los clásicos Mefistófeles o Pedro Botero, tirando a poco. 

También imagino que habréis visto como el pato lo estamos pagando los mismos. Pero si ponéis la oreja, veréis que algunos opinan que deberíamos pagarlo más. No os engañéis por aquellos que sólo abogan por los recortes sin ton ni son. Llevamos años con ellos y la cosa va a peor: normal, en tanto tenemos menos a gastar y menos a tributar. Aquí lo que hay es un intento por quitarnos nuestros derechos... y nuestro dinero. 

Si no invertimos en nuestro futuro, no tendremos futuro.

Así que mañana id a votar y pensad en ello. Porque no hacerlo también será un voto... hacia los hombres que vendieron al mundo.


PS: seguramente, algunos habréis dado un cierto respingo al descubrir que el tema de hoy no era de Nirvana... efectivamente, David Bowie lo publicó nada menos que en 1970. Su título, inspirado en un célebre cuento de Robert A. Heinlein -de lo mejorcito en ciencia ficción, oigan- recogía una letra que, a pesar del post de hoy, no tenían intencionalidad política, si no que contaba una historia paranormal. Aunque, bien pensado, todo lo que nos está rodeando hoy en día es bastante paranormal, ¿no?




Letra de la Píldora.

Hasta la próxima.

2 comentarios:

  1. La reflexión está hecha; Ser trabajador y votar a la derecha, es de tener la cabeza mal trecha

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  2. Me descubro ante tu poética reflexión, pero hay que tener respeto por todas las opciones. El problema no es que sean conservadores o progresistas: todo el mundo tenemos algo de ambas partes, muy pocos son revolucionarios puros o, por el contrario, carcas de raíz. El problema viene dado cuando alguien quiere quedarse sin contrapartida con el producto del trabajo de uno, y cuando, además, te dicen lo que está bien y mal... sin predicar con el ejemplo.

    Eso es tener la cabeza mal hecha.

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